Ateniéndonos a los datos e información que diariamente se proporcionan, una parte considerable de los y las jóvenes tienen múltiples carencias tanto informativas como educativas y de desarrollo de habilidades, que provocan que la vivencia personal y expresión de su sexualidad en lugar de ser gratificante y enriquecedora sea generadora de problemas físicos, psicológicos y/o sociales. Comenta el Dr. Miguel Márquez.
Así mismo, la sociedad en la que nos encontramos, posee aún esquemas tradicionales y muy arraigados sobre cuáles deben ser los comportamientos sexuales aceptables, dejando postergadas a aquellas personas que se apartan de los cánones establecidos. De ahí que varones y mujeres que se ?desvían? en demasía de los roles predeterminados, personas homosexuales y jóvenes con embarazos prematuros, estén dentro de este grupo rechazado, incomprendido y, por ende, excluido.
Difícilmente podemos hablar de salud sexual exenta de exclusión cuando, parte de la población, y entre ella la gente joven, siente que no se les toma en cuenta, que las leyes los olvidan e incluso los sancionan o los mantienen al margen. Todas las instituciones debemos implicarnos en la tarea, logrando un marco jurídico, cultural, educativo y asistencial adecuado para que las situaciones de exclusión y marginación desaparezcan de forma progresiva.
Así mismo, otros de los objetivos específicamente planteados consisten en conocer la problemática actual en torno a los embarazos no deseados en adolescentes, analizar los diferentes aspectos en los que se manifiestan situaciones de discriminación y exclusión que tienen que ver con la identidad sexual, identificar los elementos que se constituyen como potenciadores de la exclusión de los y las homosexuales y concretar acciones reivindicativas de cara a la orientación.
Analicemos un poco la promiscuidad terminológica. Sirvan estas frases de muestra:
-Rellene este cuestionario e indique su sexo.
-Nos gusta mucho practicar el sexo.
Fíjense las acepciones tan diferentes de sexo que se esconden en estas afirmaciones. Todas inteligibles, por el contexto (diferente en todos los casos) pero teniendo en común un mismo término: ?sexo?.
En el primer caso el sexo ?que se es? (hombre o mujer); en el segundo el sexo ?que se hace? (coito).
Imaginen una sola pregunta y las posibles respuestas con estas acepciones:
¿Qué tal con el sexo?
-?Muy bien, me siento a gusto siendo hombre?.
-?Una vez al mes de casualidad?.
-?Es un tema tabú?.
Ahora parece que el sexo es eso que se hace. Pero el sexo no es lo que se hace, el sexo es lo que se es. Somos de un sexo o de otro.
¿Y una ?agresión sexual??, ¿un hombre que ataca a una mujer? (Independientemente de que la agresión sea en un contacto erótico); ¿un coito contra la voluntad de otro? (Independientemente de que sean hombre o mujer); ¿golpear a alguien fuertemente con el pene o con la vulva?
La Sexología Sustantiva es la ciencia del sexo. Del sexo que ?se es? y no del sexo ?que se hace? o los ?genitales que se tienen?. En todo caso, este sexo que se hace, es sólo una parcela (la erótica) o un área de trabajo de la sexología ?del sexo que se es?.
¿Qué son los sexólogos que aparecen en la tele? ¿Sexólogos o coitólogos? ¿Sexólogos o genitólogos? La respuesta es clara.
Podemos cerrar los ojos y hacer que no vemos nada; o atrevernos a ver la dolorosa mezcla y promiscuidad terminológica.
La Sexología Sustantiva entiende el sexo que se es (hombre o mujer) y todas sus implicaciones.
En todo esto hay intereses ?morbosos? e intereses más ?decentes?. Y aquí tenemos al género. La articulación social del hecho de ser hombres y mujeres (sexo) construye modelos sociales de hombre y mujer: roles sexuales. Pero a esto ya no le llamaremos sexo, llamémosle género. Es más bonito y no te cierra ninguna puerta, no desata miedos ni fobias...
En Estados Unidos el término sexo ha desaparecido de las publicaciones científicas, y se ha sustituido automáticamente por género. Lo políticamente correcto nos está llevando a los niveles de lo absurdo. Ya se empieza a hablar de generología, como algo diferente a la sexología.
Nos gustan tanto las ramas y estamos tan a gusto, que nos atrevemos a negar la existencia del tronco. Incluso las connotaciones de sexual se han quedado sólo para lo oscuro (abuso, agresión, violencia sexual) y el género ha copado las partes nobles y decentes (coeducación, igualdad, género y sociedad...).
Imagino que no resultaré innovador si les digo que la Educación Sexual tiene la clave para salir de este atolladero.
Tampoco creo resultar muy original, pero me resisto a no decirlo, que confundir Educación Sexual con Información no vendrá a resolver estos embarazos no deseados.
Evitar un embarazo no deseado (o un contagio de VIH, o cualquier otra miseria) no puede ser, estrictamente hablando, un objetivo de la educación sexual.
Si definimos nuestros objetivos como: prevención de VIH, evitación de embarazo, etc., estamos trabajando desde las miserias. Ya sé que esto vende y llega; y sobre todo tranquiliza; pero solamente eso.
El hecho sexual humano, ofrece más valores que miserias. La promoción de los valores hace que disminuyan las miserias; pero enfocarlo todo desde las miserias no aumenta ni promociona los valores.
En el adolescente hay que:
-Facilitar la percepción de riesgo.
-Fomentar la autoestima.
-Atacar con contundencia, desde lo emocional y no desde lo racional.
-Entender la situación evolutiva de las adolescentes:
-Ofrecer y adiestrar en habilidades sociales: capacidad de decir sí y no.
Sabrán ustedes que ya está demostrado que aquellos jóvenes que han recibido una adecuada educación sexual (con mayúsculas y no escupitajos) retrasan, con relación al resto de jóvenes, la edad de su primer coito. No porque sean tontos ni remilgados, sino porque, y hablamos de valores, tienen un abanico tan amplio de alternativas sexuales que optan por aquellas igual o más placenteras y con consecuencias que tienen costes mínimos.
Pero claro, ya estamos con los atajos, tomar el resultado de un proceso es fantástico, nos encanta; pero conseguirlo sin el proceso previo no es posible.
Ya he oído a alguno de nuestros políticos, en el poder, que hay que promocionar el retraso del inicio de las relaciones sexuales en los jóvenes. Lo ven ustedes, ya hemos confundido la consecuencia y la convertimos en objetivo. Queremos un resultado, pero sin pagar el proceso: atajo.
La anticoncepción es cronológicamente lo último en un programa (de valores) de educación sexual. ¿Sucede así en la realidad? Nos quejamos de la exclusión; pero sólo conseguiremos la inclusión, si realmente entendemos el fenómeno y la realidad total de los incluidos y también de los excluidos con relación a la sexualidad en el adolescente.