Para algunos hombres y mujeres, la transición comienza con una sensación extraña de ya no sentirse tan cómodo o tan satisfecho con el estado de su vida en general, o bien, con crisis laborales, en ocasiones fuera de su control. Es usual en esta etapa que el adolescente de segunda vuelta se sienta incomprendido, poco apreciado y sobre todo, muy cansado con el ritmo acelerado constante y las expectativas que pesan sobre él.
En esta etapa es cuando se presenta un enamoramiento con el espejismo de comenzar de nuevo y de encontrar en ese estado naciente, la sensación de aprecio, comprensión y pasión que faltaría en sus vidas. La proyección en la nueva pareja de aquello que fuimos o que desearíamos ser, propicia que los hombres, hasta entonces tan estructurados y respetuosos de las reglas, manifiesten ese lado espontáneo, juguetón o creativo que ha estado ahí siempre, pero no se daban permiso de experimentar.
En las mujeres, una aventura o un simple coqueteo con alguien distinto, que las mire de nuevo con deseo y que converse con ellas sin el televisor encendido enfrente, resulta muy tentador. Daría la impresión de que los adolescentes de cuarenta y tantos necesitaran enamorarse de nuevo para rescatar la pasión y el estímulo indispensable para continuar con su desarrollo.
Pero al igual que en la adolescencia, lejos de mirar primero hacia adentro para encontrar esa pasión por la vida, la persona busca en alguien o en algo nuevo el estímulo necesario.
Proyecta en alguien más lo que desearía tener en sí mismo y al hacerlo, distorsiona su percepción de quien en ese momento recibe la proyección de sus anhelos.
Por esta distorsión es tan frecuente que, a los pocos meses de haber iniciado la relación, el espejismo de la perfección del otro se disipe y termine el enamoramiento, como dijera el filósofo francés Roland Barthes, con la simbólica mancha en la ropa que notamos por primera vez en nuestro o nuestra, hasta entonces perfecto amante. Las proyecciones hacia su nueva pareja, ahora que ha dejado de ser la aventura emocionante y peligrosa, son cada día menos idealizadas y apenas ahora, después de varios meses de vivir juntos él comienza a percibir a la mujer real que vive con él y Ella, por su parte, se sentirá menos apreciada que antes.