En esta época en la que se ha establecido la secuencia inicial del genoma humano, el promedio de esperanza de vida femenina es mayor de 78 años, propiciando que millones de mujeres transcurran un tercio o casi la mitad de su existencia en la posmenopausia, lo que explica que se observen con mayor frecuencia diversos procesos crónico degenerativos, influenciados por deficiencias hormonales asociados a esta etapa, así como por un proceso de envejecimiento que tiende a prolongarse sobre todo por el apoyo de avances científicos de diversa índole, incluyendo los que se tendrán en la medicina del futuro, los cuales serán aún más espectaculares que los observados hasta ahora.
En lo que respecta a la prevención, diagnóstico precoz y manejo de padecimientos hereditarios, neoplásicos, metabólicos, neurológicos, cardiovasculares y óseos, entre otros, como consecuencia de la aplicación de la terapia que irá surgiendo en base a la información obtenida de la reciente integración del código genético humano, corroborando que está sustentado en un bajo número de genes, en relación a lo esperado.
Con poca diferencia en cantidad en comparación con otros organismos, pero con alta complejidad y con las características de que además de la transmisión genética vertical de padres a hijos, hay una horizontal proveniente de genes de otras especies como bacterias y virus; la repetición de la secuencia en los seres humanos es en la mayor proporción y sólo en un porcentaje muy pequeño se codifican características raciales, físicas y la predisposición para cerca de mil padecimientos, de los cuales se han clonado genes para un mínimo de 36 de ellos.
Dentro de los programas internacionales sobre salud posmenopáusica, una prerrogativa es encontrar opciones de manejo que puedan reflejarse en posibilidades de prolongar la vida, pero sobre todo en mejorar la calidad de la misma; con este objetivo es fundamental la atención médica enfocada en primer lugar a la aplicación de medidas profilácticas, apoyadas por múltiples fármacos, que se han ido generando desde hace más de medio siglo y que son aplicables a la prevención y/o tratamiento.
Un avance fue el advenimiento de los esteroides sexuales exógenos cuyo uso clínico se inició con la terapia estrogénica de reemplazo (ter) oral considerada actualmente como clásica y la cual ha repercutido en la prevención y tratamiento de varias manifestaciones tempranas y tardías del climaterio.
Los estrogenos a travÉs de presentaciones con menor potencia o dosis, han propiciado que se amplíen sus indicaciones, con posibilidad de disminuir riesgos y acciones secundarias; la tendencia actual es tratar de emplarlos en las cantidades útiles más bajas, por el tiempo óptimo de cada mujer.