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A la mujer le cuesta la vida divorciarse en Egipto

El Cairo, (EFE).- La discriminación que sufren las casadas cuando quieren divorciarse refleja de manera flagrante el estatus de menor de edad que padecen las mujeres en Egipto, según un informe divulgado en El Cairo.

Mientras que el Islam permite a un hombre abandonar a su mujer con solo pronunciar las palabras "te repudio", a la mujer conseguir el divorcio le cuesta años de pleitos judiciales, como puso de manifiesto un informe de la organización Human Rights Watch (HRW) hecho público en El Cairo.

La organización, con sede en Nueva York y una de las más respetadas en la defensa de los derechos humanos, ha llevado a cabo durante dos meses un trabajo de campo en el que ha entrevistado a 112 personas: mujeres casadas y divorciadas, jueces, médicos y funcionarios de varios ministerios en cuatro regiones del país.

Aunque del informe se deduce que las leyes y la jurisprudencia islámica son la causa principal de la desigualdad de derechos maritales, la organización quiso dejar claro que "no busca juzgar o interpretar los principios de ninguna religión; solo nos importan las violaciones de derechos humanos resultantes de la aplicación de la ley".

En los países musulmanes en general, la mujer es un ser que está siempre "bajo tutela": pasa de la tutela del padre a la del marido, y de hecho éste debe darle su autorización para conseguir un pasaporte o para emprender un viaje.

El caso del repudio es el más sangrante: un hombre puede repudiar a la mujer hasta tres veces, y en el lapso de tiempo que transcurre entre la primera y la tercera, puede volver a reclamarla cuando él quiera. Solo la tercera vez que pronuncie la sentencia "yo te repudio" puede la mujer considerarse definitivamente separada, aunque deberá esperar un año para volverse a casar con otro hombre.

En caso de que sea la esposa la que decide emprender el proceso de divorcio, la vía más rápida es renunciar voluntariamente a la pensión alimenticia, devolver la dote que el marido pagó y renunciar a la herencia que legalmente le correspondería, lo que deja a la mujer en total indefensión (la casa familiar es siempre para el marido, aunque sea la madre la que guarda la custodia de los hijos).

Como esta vía supone enormes gastos, queda fuera del alcance de la mayoría de egipcias, que deben buscar entonces el llamado "divorcio de ofensas", esto es, demostrar palpablemente uno de estos cuatro casos: que el marido padece una enfermedad mental o incurable, incluida la impotencia; que no mantiene a la familia; que está preso o huido o que "daña" física o mentalmente a su mujer.

Y es aquí donde comienza el calvario de una casada sin medios que quiere divorciarse: en un país donde un juez puede oír sesenta casos por día, las causas por divorcios suelen retrasarse meses, y muchas veces años.

En Egipto no existe ni un solo juez o fiscal de sexo femenino, "lo que hace sospechoso al sistema judicial por entero", según el informe. Un juez que aparece citado por su nombre y apellido llegó a decir a los investigadores: "Lo que es dañino para unas, no lo es para otras. Algunas mujeres aceptan los golpes e insultos como una broma, otras no".

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