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A las aulas/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“Interrumpí mi educación

a los seis años para ir a la

escuela”. Anónimo

Hoy regresan a las aulas 32 millones de niños y jóvenes en nuestro país. Es un ritual que, no por repetido, pierde relevancia en la vida de millones de familias mexicanas. Es un acto que renueva el compromiso del país con el futuro.

No hay ninguna duda sobre los avances que se han logrado en México en materia educativa a lo largo de las últimas décadas. En la década de 1970 había 13 millones de estudiantes en el sistema escolarizado nacional. Hoy tenemos 32 millones. En 24 años hemos más que duplicado el tamaño del sistema educativo nacional. Y al mismo tiempo hemos aumentado el nivel promedio de escolaridad de tres a ocho años.

Tan sólo en los últimos cuatro años, durante la presidencia de Vicente Fox, se han aumentado en 135 por ciento las becas a alumnos de precaria situación económica en educación básica. Las becas para estudiantes de nivel medio y superior se han incrementado en 208 por ciento. Se ha creado también un programa de escuelas de calidad. En el 2002 se estableció el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. El sistema de Enciclomedia, que busca articular los contenidos de los libros de texto gratuitos en un programa informático, es un experimento interesante para incorporar la informática a las aulas.

No son logros menores, pero en el competitivo mundo en el que vivimos no son suficientes. Hasta la fecha el mayor esfuerzo educativo en México ha tenido que ver con la cantidad y no con la calidad. Hemos ampliado la cobertura, pero el nivel de enseñanza de muchas de nuestras escuelas —agobiadas por una ancestral falta de recursos— sigue siendo muy bajo.

Parte del problema es, como lo señalé en un artículo anterior, que le dedicamos un porcentaje muy alto del gasto educativo a las universidades. De los 113 mil millones de pesos programados por el Gobierno Federal para la educación en este 2004, más de un 40 por ciento se encauza a las instituciones de educación superior. Y de este monto, una cantidad excesiva se dedica a instituciones que operan fundamentalmente en la capital de la república, como la Universidad Nacional, la Universidad Autónoma Metropolitana y el Instituto Politécnico Nacional, en las que se cobran cuotas ridículas. Esto deja recursos muy escasos para invertir en una educación primaria y secundaria de calidad, que es la que realmente necesita el país.

Otro de los problemas de nuestro sistema educativo es su falta de vinculación con el mercado laboral. Cuando durante la campaña electoral de 2000 el candidato presidencial del PRI, Francisco Labastida, hizo hincapié en la necesidad de incorporar desde la enseñanza primaria el inglés y la computación muchos políticos e intelectuales lo cuestionaron duramente por su supuesta falta de nacionalismo. Pero el actual Gobierno ha tenido también que reconocer que la enseñanza de habilidades concretas demandadas por el mercado laboral —entre ellas el inglés y la computación— es indispensable para que los estudiantes tengan posibilidades de conseguir trabajo al dejar la escuela.

Muchas veces en las aulas se enseñan habilidades que tienen poco o nada qué ver con el mundo real. Nadie puede poner en duda la importancia teórica del álgebra o del cálculo diferencial o integral. Pero la verdad es que se emplea una enorme cantidad de tiempo en la enseñanza de éstas y otras materias cuando para la enorme mayoría de los estudiantes no tendrán nunca aplicación práctica. En cambio no se enseña en nuestras escuelas a mantener una contabilidad básica, como la que se requeriría en una tienda o cualquier negocio pequeño, o a llenar una declaración de impuestos.

El retorno anual a clases es un momento de renovación de esperanzas para el país. La experiencia internacional revela que la inversión en educación es crucial para lograr un desarrollo económico de largo plazo. Pero no se trata sólo de arrojarle dinero al problema. Es indispensable que el dinero se gaste en lo importante, en la instrucción primaria y secundaria por ejemplo, y que los estudiantes en cambio compartan el costo de la educación superior. Es necesario también que el Instituto de Evaluación y otras instituciones públicas y privadas midan el desempeño de nuestras escuelas y hagan pública la información. Un problema que no se mide no se puede mejorar. Pero de nada sirve medir el desempeño si la información se guarda como si fuera un secreto de seguridad nacional.

Nuevamente el IVA

La Convención Nacional Hacendaria llegó a la misma conclusión que el Gobierno del presidente Vicente Fox: hay que cobrar IVA a alimentos y medicinas para tener un sistema fiscal sano y eficaz. Pero una cosa es reconocer la necesidad y otra muy distinta tener el valor para impulsar el gravamen.

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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