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A mitad del camino

Patricio De la Fuente

Primera de tres partes

El tiempo y sólo el tiempo pone en perspectiva las cosas. Para elaborar un análisis práctico, concienzudo y bien mesurado sobre ciertos asuntos siempre tendremos a nuestro favor el futuro; sin embargo éste en ocasiones nos puede traicionar: o caemos en interpretaciones parciales, facciosas y mal encaminadas; o sencillamente padecemos de olvido, mal enorme si los hay en México. Cuentan los lectores con la posibilidad de formarse su propio juicio y claro está, también la de hacer peticiones como las que varios se tomaron en días pasados: pretenden una lectura –en la medida de lo posible intentaré darla- de lo que fue Vicente Fox cuando empresario, luego posteriormente candidato y finalmente ya en los anales de una presidencia que a razón de varios pareciese estar por terminada gracias a un buen número de imponderables dentro de los que sería menester mencionar el debilitamiento de la institución presidencial y la larga carrera que una caballada bastante flaca y raquítica que afanosamente busca espacios de poder donde los haya.

No es pretextar por el simple hecho de hacerlo, sin embargo nosotros los que con humildad –también los que paridos en El Olimpo se sienten- relatamos u opinamos sobre el acontecer nacional jugamos también bajo nuevos esquemas o parámetros. En un pretérito meramente priista, quizá sería costumbre que para estas fechas estuviésemos analizando con extremo detenimiento las acciones del Jefe del Ejecutivo y, sobre todo, las de aquellos alfiles con posibilidades reales de jugar dentro del magistralmente maquiavélico anfiteatro del “dedazo” o gran elector. Al igual que cualquier ciudadano, hoy por hoy existimos –a medias casi dentro de un limbo mediático que apenas permite dilucidar tiempos a todas luces complicados, barrocos en extremo, nuevos en todas las instancias y coyunturas.

Tampoco se trata de la crítica destructiva y estéril que a nada nos lleva. Otros los momentos donde el término “chayoye” era simple sinónimo de una prensa (no toda, claro está) adicta a las loas que contribuyeron a que prácticamente todos los habitantes que por una monarquía sexenal ocuparon Los Pinos se vieran inmersos dentro de mundos inexistentes donde el populismo y la demagogia eran el pan nuestro de cada día. Hoy los que de la palabra escrita convertimos en modo de vida debemos servir de contrapeso, ejercer una crítica que vaya encaminada al mejoramiento de instituciones y partidos fuertes. Para nuestra tristeza, la joven democracia nos confunde y como práctica regular se insulta la investidura presidencial, a veces por moda y otras tantas por un hartazgo ocasionado al no observar resultados tangibles que nos permitan el tan anhelado desarrollo.

Es tiempo de que Vicente Fox tome las riendas del país. Aunque no lo crean, en los meses restantes se pueden lograr varios objetivos importantes y de paso resolver un gran número de pendientes que aquejan a la colectividad. Veo a un Presidente harto, hastiado y me pregunto si a lo mejor lo que quiere es irse al rancho a descansar unos meses; otras ocasiones oigo discurso tras discurso para únicamente dilucidar un optimismo anormal, el “todo va de maravilla”. ¡Que se quite las botas o que se las deje puestas, no importa!, lo que urgen son medidas drásticas y no el típico atole con el dedo del que tan adepto se volvió Andrés Manuel López Obrador cuando llegó a la Jefatura de Gobierno.

Quiere saber un querido lector un poco más sobre el particular al preguntarme si a Vicente Fox se le critica vorazmente y sin razón o de plano él cava lo que se definiría como su propia tumba y llego a la conclusión de que sucede en ambos sentidos. Quizá el ejemplo más palpable de un tropiezo en demasía fue aquél “hoy, hoy, hoy” que hizo prácticamente todos lo dieran por perdido. A pesar de ello, en aquella ocasión el hábil hombre de los “slogans” tremendamente bien logrados supo aprovechar el momento a su favor y otro gallo terminó por cantarle.

Campaña intensa como pocas: Cuauhtémoc Cárdenas en un tercer intento por vender un nacionalismo que databa desde los tiempos de su padre y en el que pocos creían; Francisco Labastida tuvo buenas propuestas pero al fin representaba una estructura anacrónica. Gilberto Rincón Gallardo –para mí por lo menos- lo verdaderamente sensato pero imposible desde una plataforma a la que los medios de comunicación poca importancia le concedieron; y finalmente un Fox desbordado, carismático y poco temeroso, gallo echado para adelante en el que aquí su charro negro –valga la expresión tan adecuada de Germán Dehesa- optó como primera opción pues supo con su ronca voz y grande presencia hablarle al mexicano como se debe hacerlo: al chile.

Continuará.....

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