El primer aniversario de la guerra y ocupación de Irak llega marcado de claroscuros para el Gobierno de George W. Bush, que lucha por no quedarse atrapado en un proceso mucho más complejo y caro de lo que se había previsto.
A pesar de la rápida victoria militar estadounidense y de la captura en diciembre pasado de Saddam Hussein, el creciente nivel de violencia, la muerte constante de soldados norteamericanos y el enorme costo económico representan un gran lastre para Bush.
Además, las armas de destrucción masiva que sirvieron para justificar la guerra siguen sin aparecer y el Gobierno de Washington apenas restablece las buenas relaciones con muchos de sus aliados, muy dañadas por el conflicto.