Diversos talleres ayudan a los reclusos a hacer más llevaderas sus penas y a ganar recursos para sus familias
Con la mirada extraviada entre las hebras para entreverar la pita, Manuel Alarcón, preso en el Centro de Rehabilitación Social No.1, hace recuento de cada una como si fueran segundos. La media luz del cuarto donde se oye música de banda en un pequeño radio viejo baña otras dos figuras que se abstraen fabricando las piezas para elaborar cintos piteados.
Manuel señala que desde hace dos años está en el Centro por delitos contra la salud, ya que transportaba marihuana, aunque el trabajo le permite no pensar en los cinco años que le restan para salir libre y volver con los suyos.
Sus palabras son cortas, casi monosílabos, desconfía de todo y de todos, prefiere ganar unos pesos fabricando la pita para los cintos. Los pies calzados en huaraches se mueven nerviosamente con ganas de correr y evadir las preguntas de su interlocutor, mientras sus dedos separan las fibras, como si fueran sus buenos y malos pensamientos.
Manuel, como el 75 por ciento (mil 687) de los internos del Cereso No. 1, trabaja en los diferentes talleres que desde hace más de nueve años funcionan dentro, dando oportunidades de sustento y capacitación a quienes compurgan penas por sus errores cometidos ante la sociedad. El resto se dedica a cursar algún grado de escolaridad o algún deporte.
Dos mil 550 internos componen la población, de los cuales 117 son indígenas de las diferentes etnias de la entidad y 93 son mujeres, entre ellas un puñado de madres que crían a sus hijos tras los muros del lugar.
Oliverio Reza Cuéllar, director del penal, señala que el interno, como parte de su rehabilitación, debe realizar alguna actividad benéfica en el interior, desarrollar un oficio o cursar algún grado escolar, ya que por cada dos días trabajados se les descuenta un día de sentencia y así pueden lograr su libertad anticipada.
?Con la sentencia llega el olvido?, dice el funcionario, y en ese tiempo hay que combinar la distracción con el tiempo del infractor; ?así se mantiene con la mente ocupada y además se vuelve productivo, para sí mismo y la comunidad. El trabajo es opcional, no es obligatorio?.
Explica que el costo de cada interno por mes asciende a los mil 042.94 pesos, pero los ingresos que se obtienen de los talleres no son destinados para tal fin, sino que van a una cuenta destinada para la compra de los materiales que se utilizan en cada actividad y el 40 por ciento se le da al interno para sí o su familia.
En promedio los talleres trabajan con alrededor de 24 individuos, afirma; los que más aceptación tienen son carpintería, talabartería, la maquila de camisetas, panadería, el taller de piñatas y artesanías.
Restan el de cerámica y repujado, corte y confección, además de manualidades (peluches, pasta francesa, tejido, pintura, cerámica) para las internas, las zahúrdas donde se cría y engorda ganado porcino, los telares de lana para elaborar sarapes y el de fabricación de mosaicos pero que por falta de comercialización cerró.
La faena en espacio de trabajo
Una veintena de custodios enfundados en sus trajes negros custodian el acceso hacia el interior del Centro; el Director solicita la presencia del jefe del personal de seguridad del penal para dirigir el recorrido.
El ingreso es fácil -son de prensa, ya están autorizados- dice la voz cuya orden es obedecida sin titubear por sus subalternos. Con un golpe seco y metálico la puerta con barrotes blancos deja el libre acceso a los extraños. Es día de visita y las medidas son reforzadas para evitar alguna posible fuga.
Un pasillo de malla ciclónica conduce por varios metros al primer acceso donde un custodio revisa a los internos que van a los juzgados y a quienes vienen de visita. Una segunda puerta conduce a los talleres y áreas deportivas que se confunden al fondo con el resto de los edificios, mientras las voces y gritos de los habitantes del lugar resaltan la presencia de ?los de afuera?, máxime que son de la prensa.
En algunas áreas del penal, cromos que van desde personajes de fantasía hasta paisajes e imágenes divinas, lucen marcos de madera barnizada y laca para el efecto de tercera dimensión. Algunos extienden las hojas de colores y otros ponen los marcos para secar el barniz, listos para la venta.
¡La foto, la foto, compa?!, ¡Por acá, de este lado estamos los chambeadores! ¡Chale, no nos quieren por feos, pero y qué!, son algunos de los gritos entrecortados que resuenan combinados entre las manifestaciones de quienes son espectadores de un partido de basquetbol y los jugadores.
En las gradas del campo de futbol y beisbol, están algunos de quienes elaboran los cintos de pita y sillas de montar con fibra entreverada de hilos de plata y oro, con calidad de exportación para los connacionales que viven en los estados de California, Arizona y hasta Denver en los Estados Unidos, ya que la mayor parte son encargos muy bien pagados.
La maquila
Luego de un recorrido por una vasta área de tierra suelta, hay que pasar otra división de malla, para dirigirse a la maquila que se encuentra a un costado del gimnasio.
Con el sonido de las máquinas de coser y las cortadoras, cerca de 20 internos elaboran camisas, pantalones y pants, uniformes, para conocida empresa local, con estampados de diferentes colores.
María Angélica Rodríguez, encargada de coordinar los trabajos, manifiesta que es el área que más demanda tiene por los ingresos que cotizan los internos; semanalmente se les otorga un bono por las ocho horas diarias trabajadas, cobrando cerca de 500 pesos.
?La población varía, porque algunos vienen para aprender y se quedan, a otros no les gusta y se van para cambiar de actividad, pero en sí son buenos trabajadores. Hay buena productividad; incluso, superior a los talleres que hay afuera?, dice.
Las zahúrdas
Dos sementales y cuatro hembras, además de casi un centenar de puercos en diferentes etapas de crianza, integran las porquerizas que han ganado renombre para quienes conocen de carne de calidad y de limpieza, según el encargado, Jorge Reza Caudillo, hombre con acento del sur.
Lechones, cerdos listos para el matadero, carne de primera, señala, tanto que cuando hay venta se acaba, sobre todo en esta temporada de Navidad.
?Se vende a menor precio que allá afuera; eso facilita la comercialización, aun más para recuperar dinero destinado al alimento. Por ello la carne es limpia y sin animales que dañan a la gente, comenta?.
Los precios varían, según el tamaño y la edad del puerco, aunque a solicitud del cliente se puede vender lo que le guste. ?En eso no tenemos problema, hay gran demanda de los animalitos con particulares que ya tienen tiempo comprando al Cereso; esperamos seguir así porque sí hay mercado?.
La carpintería
A escasos metros, el taller más grande ocupa más de 30 personas que trabajan diferentes productos elaborados con madera, desde muebles de todo tipo hasta marcos para cuadros, todos con acabado para la venta, según sea el encargo del cliente, explica el jefe de seguridad, Jaime Reséndiz Chávez.
Mientras, al fondo y sobre una pared luce un cuadro enmarcado de San Judas Tadeo, cada interno realiza sincronizadamente su función, desde cortar, pegar, ensamblar, cepillar, hasta marcar patrones para elaborados trabajos rústicos.
Entre las virutas y el olor a pino y madera fina, el ruido de las sierras impide hablar con los trabajadores, que sin perder de vista su labor observan a los visitantes.
La pita
Frente al taller está un pequeño cuarto ventilado que deja entrar por las dos ventanas el viento de otoño, mientras tres trabajadores elaboran cada quien su parte para el tejido de la pita, hilo entretejido a petición de quienes lo solicitan.
Martín Anaya Rangel remacha varias hebillas para cinturones. Agujas, puntas metálicas, remaches, pinzas, tijeras y navajas hay en la mesa de mandera, mientras pegada en el armario una hoja dice: ?viviendo en la unidad, no se vive en la soledad?.
?Estoy aquí por homicidio, comenta; tengo sentencia por 15 años y llevo apenas cuatro. Espero con mi trabajo poder salir pronto?. Su vista se concentra en el trabajo que tiene entre las manos; evade la pregunta sobre la víctima del delito, pero minutos después alguien comenta que fue contra su propio hermano, quien al parecer era agente policiaco y una discusión entre los parientes terminó en pleito que derivó posteriormente en tragedia.
Finalmente, al preguntar sobre el producto, Anaya Rangel advierte que son varias personas quienes elaboran los trabajos de talabartería; unos tejen, otros cortan, etcétera, pero cada quien saca una ganancia de lo que hace.
A la salida, ?El Güero? detrás de la malla se muesta afanoso con una pipa, una cabeza de un rudo indio cobra forma de un trozo de madera que durante una semana ha tallado con una improvisada hojilla de acero.
-Es para una pipa. Va quedando chida, ¿no? Pero aún no la termino, le faltan detalles- mientras niega decir más de su identidad, pues siente vergüenza, sólo da media vuelta y vuelve a sentarse bajo los rayos del sol, recargado en la fibra metálica.
El aprendizaje
De camino al área de mujeres, hay que pasar por la zona destinada para la educación, es decir la biblioteca y las aulas, entre ellas las sala de cómputo donde hay equipo con Internet exclusivo para sitios educativos y culturales.
Manuel, maestro del lugar, señala que hay internos que están cursando estudios de licenciatura, desde Administración de Empresas hasta Derecho.
?Ya tengo cerca de tres años aquí por un delito que no cometí, pero creo que este tiempo me ha servido para pensar en mis errores y unir más a mi familia, además de que doy algo de lo que sé a quienes conocen poco y desea superarse?.
De regreso por el mismo lugar de acceso, diferentes internos de todas clases se acercan a estrechar la mano de Jaime, para un saludo y hasta para algún favor que esté dentro de sus posibilidades. ?Jefe, le eché ganas con el trabajo de limpieza donde me dijo. A ver cuándo me cambia?, dice uno.
Mujeres artesanas
Antes de llegar al área de mujeres, visitantes recostados sobre impovisadas sillas de madera cuyo respaldo es un sarape reposan con sus parejas. A un costado de la vía de concreto hay mesas para las familias de los internos que por el momento de visita todas lucen ocupadas.
Frente a un portón blanco la comitiva se detiene mientras una de las custodias abre respondiendo desde el interior al mensaje del jefe. Jardines esmeradamente cuidados rodean el recinto entre palmeras, árboles y flores.
Varias mujeres escudriñan a los huéspedes provisionales, mientras en el recibidor hay un nacimiento con figuras que se pierden entre el musgo y las luces de colores.
De inmediato el jefe de seguridad conduce hasta el área donde está el taller en el que hay varias figuras de peluche, manteles, cojines bordados, toallas tejidas a mano, mientras la profesora María Elena Pérez Martínez atiende a sus alumnas en el corte y rellenado de las figuras.
La mayor parte de las internas que purgan sentencia están por delitos contra la salud, otras por fraude, lesiones y una minoría por homicidio.
Una joven sin dar su nombre señala con humor que ella está por la venta de ?cristal? y cocaína, pero no se arrepiente, pues era su manera de vivir y le daba suficiente. Una mujer entrada en años trata de no romper en llanto al señalar que a su edad un adicto la inculpó en la venta de droga y con ello fue a parar al Cereso.
?Yo hago mantelitos y toallas tejidas a mano, las mismas que aquí mismo me compran? ?señala-, mientras al fondo se ven algunos cuartos con puertas cubiertas por cortinas, donde hay varios trabajos de cerámica, repujado, entre otros manualiades.
Los precios varían de acuerdo con el material que se utiliza, dicen las mujeres; unas se venden aquí mismo, otras las colocan nuestras familias y ya dan un poco para el sustento. Al salir del área agradecen la visita y señalan que ojalá no se olviden de ellas, tanto sus familias como las autoridades.
Difusión y mercado
Oliverio Reza Cuéllar asegura que los productos que ahí se hacen son comercializables hasta en el extranjero, pero falta difusión y compromiso de la iniciativa privada para hacer productiva la cárcel.
?Aquí sí traen el material y dicen lo que desean; la mano de obra de que se dispone está calificada para ello. Hay muy buena disposición para el trabajo, que además deja una utilidad para el Centro y el propio interno?.
En el caso del taller de piñatas, indica que semanalmente se producen 100 piñatas, tanto con olla de barro y de papel, más de 20 cuadro diarios para su venta, sillas y cintos, todo a la fecha se vende en estados como California, donde hay petición formal de encargos. Estamos por adquirir una tonelada de lana de borrego para fabricar el hilo e iniciar de nuevo con sarapes, tapetes, entre otras prendas, precisó.
Respecto de la explotación del recurso humano ante las pocas prestaciones que pudieran onbtener, manifiesta el Director del Cereso No.1 que no hay tal porque el trabajo es voluntario sin exigencias, pero a la vez genera un ingreso para ellos que se invierte de nuevo en los talleres.
Hay proyectos, pero en la medida en que también se tengan los apoyos podremos hablar de crecimiento en la productividad, dándole un beneficio al reo y colaborando con su reintegración a la sociedad.
REHABILITACIÓN
Buscan reintegrarse a la sociedad
Los talleres que se encuentran en funcionamiento en el interior del Cereso No.1 son los siguientes:
-Carpintería.
-Talabartería.
-Maquila de ropa.
-Panadería.
-Taller de piñatas.
-Cerámica.
-Artesanías.
-Manualidades (repujado, pintura, pasta francesa, tejido).
-Granja porcina.
-Tejido de lana.
FUENTE: Centro de Rehabilitación No.1.