Lo que a Fox y a López Obrador les falta es aprender a aceptarse. Lo deben hacer cuanto antes por el bien de México. No se trata, de ninguna manera, de que sean amigos y menos buenos amigos. Muchos son los que lo han aclarado: Los amigos no se escogen. Se encuentran, se aceptan y se sufren. Pues, eso. Disgustarse por cualquier cosa, como se disgustan; pelear, como pelean, por un quítame de allí esas pajas, no sirve para nada, ni le sirve a nadie y menos a nuestro país. ¿Qué ha ganado éste con todos sus pleitecillos de vecindad, ni con los mayores? Nada. ¿Entonces?
Ambos deben poner todo lo que esté de su parte para entenderse y callar, oportunamente, las palabras que no deben decirse de una y otra parte, esas tonterías hirientes que no tienen para qué decir. Lo valioso en políticos de su envergadura son los hechos y en casos como los suyos, aquéllos en que son capaces de apoyarse para bien de sus gobernados, para bien de la patria.
Hay que imaginar lo que hubieran logrado realizar ambos si, desde su principio se hubieran puesto de acuerdo en no entorpecer de ninguna manera y en ningún momento sus mutuos programas de trabajo ni rebajar sus respectivas imágenes. Una solución inmediata vale muchas veces más que una solución perfecta después de tres años, pero, también, más vale tarde que nunca. Y este es el momento de dejarse de tonterías y comenzar en serio, como si fuese el primer día.
Los comentarios constantes de las revistas capitalinas consideran que su relación, la de Fox y López Obrador, ha llegado a ser, en los últimos tiempos, una relación a muerte y se dice: (en un diario el 19 de abril), que “no se recuerda históricamente ningún otro caso en que las autoridades judiciales hayan sujetado a una averiguación a un gobernador en funciones”.
El tiempo, eso que a los mexicanos se nos ha ido a partir de 1970 cada sexenio, unas veces más, otras, menos, pero constantemente, más que en hechos beneficiosos para México, en palabras llenas de promesas que jamás se cumplen y en absurdos derroches de un dinero que casi nunca ha sido nuestro, que hemos pedido prestado y que, si alguna vez se ha pagado, ha sido el pueblo quien lo ha hecho, ese pueblo cada día más pobre y perpetuamente sacrificado.
Ojalá que nuestros dos principales políticos, Fox y López Obrador se den cuenta, de una vez por todas, de que tres años de constantes golpes incapaces del “nocaut”, como ellos seguramente lo saben, pero en los que ambos han venido encontrando cierta necia diversión, son suficientes y no tiene ningún sentido que sigan con ese juego, desperdiciando los tres años que les quedan y que, bien aprovechados por ambos en sus respectivas posiciones serían de gran beneficio para México y que si no le reponen del tiempo perdido, al menos no haría que siguieran perdiendo esos preciosos tres años, últimos que tienen por delante. Como alguien ha dicho: en la acción no se busca la verdad de nadie; se busca lo que se ha de hacer en un tiempo preciso. Y es su oportunidad de justificarse.