No hay que confundir autoridad con autoritarismo, ni la tolerancia con debilidad.
¿Por qué le gritan sus opositores al presidente Vicente Fox? ¿Por qué los legisladores lo insultan, le espetan en su cara: “mentiroso”; lo llenan de improperios, lo interrumpen majaderamente y en un acto de clara falta de educación le dan la espalda cuando termina de rendir su informe de Gobierno?
Antes de tratar de dar respuesta a estas y otras interrogantes, conviene hacer un breve recuento de ciertos acontecimientos que de alguna forma inciden en ese comportamiento que, con seguridad, tanto mortifican al jefe del Ejecutivo federal.
Primero: Cuando Fox fue diputado federal se burló hasta que se cansó de Carlos Salinas a quien en una sesión de la Cámara ridiculizó colocándose unas boletas electorales en las orejas.
Segundo: Siendo gobernador, abandonó el recinto de San Lázaro, en pleno desarrollo de un informe de Ernesto Zedillo y declaró a los medios de comunicación que se iba “porque tenía cosas más importantes qué hacer”.
Tercero: Al tomar posesión de su cargo, despreció el protocolo del Congreso y por ende a sus integrantes al iniciar su intervención con saludos coloquiales para sus hijos.
Cuatro: En un peligroso juego de tolerancia, en dos mil uno, permitió que los zapatistas recorrieran parte del país, armados y en actitud retadora e impulsó el que hicieran uso de la tribuna de la Cámara contra la oposición manifiesta de un grupo de legisladores, algunos de los cuales pertenecían a su partido (PAN), entre ellos el ahora precandidato a la presidencia Felipe Calderón, quien incluso, al argumentar su oposición sostuvo que en esa Cámara “no mandaban ni Marcos ni Fox”.
Cinco: Por la rebelión de campesinos de Atenco, en la que lo insultaron y realizaron marchas callejeras blandiendo sus machetes, lo que constituye una violación flagrante al derecho de reunión consagrado por la Constitución, dio marcha atrás al proyecto de construir un aeropuerto.
Seis: Por un lado llama al diálogo, a la construcción de un pacto nacional y a privilegiar la negociación política y por otro arremete verbalmente contra los partidos de oposición e instruye a los legisladores panistas para que voten a favor del desafuero de Andrés Manuel López Obrador.
Siete: Desdeña sistemáticamente el pasado y sostiene que “todo era un mugrero”, pero apela a la “solidez de las instituciones” que se crearon y consolidaron en otro tiempo, pues éstas no nacieron ayer.
Bástenos con este somero recuento para fundamentar que el Presidente está cosechando lo que sembró; incurre en la incongruencia; hace que sus adversarios desconfíen de su palabra y al no respetar la investidura que ostenta incita a que los otros le falten al respeto, porque además, no le temen.
Considero que en su momento, cuando Vicente Fox era opositor al régimen existente, se burló de la autoridad y se comportó en forma grosera y hasta soez, de manera que, ahora, no tiene cara con qué pedirle a la oposición que no haga lo que él hizo en el pasado, pues no debemos de olvidar que las cosas son buenas o malas en sí, de lo que resulta que es equivocado el considerar que son buenas cuando uno las hace y malas cuando las hacen los otros.
Pero además, con su comportamiento inicial como Presidente, Fox mandó un mensaje pésimo, no sólo al Congreso, sino también a la población en general de que no debía tener respeto por las formas y el pueblo y sus adversarios le tomaron la palabra.
Cuestión igualmente grave es que no le teman y por tanto lleguen al extremo de mentarle públicamente la madre, como lo hicieron los de Atenco, a sabiendas de que nada habrá de sucederles por tan ofensiva e ilegal conducta.
Es en este punto en el que estimo que Vicente Fox debería leer “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo.
No todo lo dicho por el ilustre florentino debe tenerse por malo, pues si bien es cierto que se le cataloga como el politólogo que con mayor vehemencia defendió la “Razón de Estado” para justificar el poder absoluto del Monarca o Príncipe, también lo es que sus ideas sobre la forma en que debe actuar el gobernante no están equivocadas.
Así, en el capítulo XVII, al hablar “De la crueldad y la clemencia o de si es mejor ser amado que temido”, este hombre que nació bajo el signo de Tauro, un tres de mayo de 1469, nos dice:
“Un príncipe no debe preocuparse si adquiere fama de cruel, pues ello puede favorecer la unidad y lealtad dentro de su Estado; con el tiempo impondrá muy pocos castigos ejemplares y será más compasivo; a diferencia de aquellos que, por excesiva clemencia, dejan que prosperen los desórdenes que dan lugar a crímenes de toda clase, lo que perjudica a toda la población”.
Siguiendo a Maquiavelo, podríamos decir que Fox se ha mostrado demasiado clemente, complaciente y ello ha contribuido a que prosperen los desórdenes y toda clase de crímenes, en perjuicio de toda la población.
“De todo esto —-sigue diciendo Maquiavelo— surge la duda de si es mejor ser amado que temido y viceversa. La respuesta es que conviene tanto lo uno como lo otro; pero como es difícil que se puedan dar ambas cosas, por lo general hay que prescindir de una de las dos y si es necesario optar por algo, digo que es preferible ser temido que amado... Además, los hombres ofenden con más facilidad al que se hace querer que al que se hace temer; porque el amor, en medio de la malicia humana, es un vínculo muy pobre, que se rompe por simples motivos de ambición personal. El temor es mucho más real, porque nace del miedo al castigo y éste siempre estará presente”.
No diré que Fox debería ser cruel. Los tiempos actuales y el avance de la sociedad no están para eso. Pero sí creo que debió de haber sabido desde un principio que la autoridad presidencial se ejerce con mano de hierro enguantada en seda.
Como nadie teme al pobre poder que demuestra el Presidente, por eso le brincan los de Atenco, lo agrede Marcos desde la selva chiapaneca, le renuncia Alfonso Durazo en forma desleal y ofensiva y lo insultan en su cara los diputados y senadores.
Sí, definitivamente creo que a Fox le hizo falta leer a Maquiavelo. Pero ahora, ya es muy tarde para ponerse a escudriñar las páginas de “El Príncipe” y obtener algunas lecciones de cómo debe comportarse un príncipe moderno.