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Addenda/Sigue tocando

Germán Froto y Madariaga

Tal parece que el hartazgo es la constante en muchos sentido entre la gran mayoría de quienes habitamos este país. Los que no están hartos de la inseguridad que priva en sus ciudades, lo están de las confrontaciones entre autoridades o de la falta de empleo, de vivienda, de servicios médicos sociales de calidad, de las deficiencias en materia educativa, de la corrupción, la ausencia de ética profesional y en los medios de comunicación y de muchas cosas más en las que hemos tocado extremos.

Como dijera Serrat: “Harto ya de estar harto, ya me cansé. De preguntarle al mundo por qué y por qué”. Y yo también estoy harto de ver, oír y leer todos los días muchas cosas negativas a grado tal de que, al abrir las páginas de los periódicos (porque la tele y la radio las puedo apagar y el periódico me jala) cada vez le dedico más tiempo a la sección de sociales.

A qué grado llegará esta situación que prefiero entretenerme con las frivolidades de las reuniones de señoras, el cumpleaños de la Chiquis, la despedida de la Vicky o el bautizo de Jorgito (el primogénito de la Jennifer) que con las primeras noticias de las páginas nacionales y locales en donde se reseñan puras tragedias, anuncios de acontecimiento futuros catastróficos y los interminables escándalos políticos.

Por eso no quiero ahora ni siquiera comentar el anuncio del presidente Vicente Fox, sobre su propuesta de diez acciones para combatir la delincuencia, no obstante que sin mayores análisis me parece razonable, aunque resulte temerario el comprometerse a informar resultados en tan sólo dos meses y este anuncio lo haga a tres años y medio de haber iniciado su gestión, cuando que el problema de la inseguridad es uno de los más graves desde hace muchos años.

Hoy, estoy harto y me niego a contribuir al hartazgo de la sociedad comentando o criticando esta etapa que estamos viviendo.

Prefiero sumergirme en las lecturas filosóficas, los cuentos reconfortantes y las historias aleccionadoras. Creo que en estos momentos todos necesitamos la lectura de algunas líneas que nos alienten y reconforten, porque estoy seguro que, como reza la conocida frase oriental: “Esto también pasará”.

Con esa finalidad me permito compartir con ustedes la siguiente historia que se titula: “Sigue Tocando”.

“Deseando dar ánimos a su joven hijo para que progresara en el piano, una madre lo llevó a un concierto de Paderewski.

Después de sentarse, la madre vio a una amiga en la platea y fue a saludarla. El pequeño, cansado de esperarla se levantó y comenzó a recorrer el lugar hasta que llegó a una puerta donde estaba escrito: “Prohibida la entrada”.

Cuando las luces se apagaron y el concierto estaba a punto de empezar, la madre regresó a su lugar y descubrió que su hijo no estaba allí.

De repente, las cortinas se abrieron y las luces cayeron sobre un impresionante piano Steinway que estaba en el centro del escenario.

Horrorizada, la madre vio a su hijo sentado al teclado inocentemente, tocando las notas de: “Mambrú se fue a la guerra”.

En aquel momento, el gran maestro de piano hizo su entrada. Rápidamente fue al piano y susurró al oído del niño: “No pares, continúa tocando”.

Entonces, Paderewski extendió su mano izquierda y empezó a llenar la parte del bajo. Luego puso su mano derecha alrededor del niño y agregó un bello arreglo de melodía. Juntos, el viejo maestro y el joven aprendiz transformaron una situación embarazosa en una maravillosamente creativa.

El público estaba emocionado.

Así son las cosas cuando uno está con Dios.

Lo que podamos conseguir por cuenta propia, será lo mejor que podemos hacer y los resultados pueden no ser exactamente como una música fluida. Pero con las manos del Maestro, las obras de nuestras vidas pueden ser verdaderamente maravillosas.

La próxima vez que te decidas a realizar grandes hechos, escucha atentamente. Podrás oír la voz del Maestro, susurrando en tu oído: “No pares, continúa tocando”.

Siente sus brazos amorosos a tu alrededor. Siente que sus fuertes manos están tocando el concierto de tu vida.

Recuerda: Dios no llama a aquellos que son capaces. Él capacita a aquellos que son llamados.

En ese sentido y guardada toda proporción, el que alguien toque nuestras vidas es un privilegio.

Tocar la vida de alguien, dejando huella en ella, es un honor.

Pero el ayudar a que otros toquen sus propias vidas, es lo que nos asemeja a Dios, como creación suya que somos” (Fin de la Historia).

No creo que debiera añadir ni un solo comentario al texto anterior.

Sin embargo, si algo se puede decir y que creo debemos tomar en cuenta en los momentos actuales, es que, a pesar de lo que escuchemos, veamos o leamos, las manos del Maestro están tocando nuestras vidas, aunque nosotros no lo percibamos.

Y por eso estoy cierto que en nuestro derredor hay una sinfonía que el ruido ensordecedor de los acontecimientos actuales no nos permite escuchar y menos disfrutar a fin de reconfortarnos con sus notas.

Ojalá que podamos acallar pronto las groseras voces que ahora nos impiden disfrutar de la obra que el Maestro está ejecutando junto a los hombres de buena voluntad que habitan este país.

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