Me hubiera gustado que estuvieras aquí. Sobre todo en este día tan significativo para nosotros. No pudo ser. Así es la vorágine cotidiana. Nos arrebata esos momentos que desearíamos compartir.
Llegué a esta tierra mágica y hechicera. Subyugante y centenaria que frisa ya los quinientos años. Escribo ahora en una amplia terraza desde la que se divisa la ciudad de Oaxaca y a esta hora semeja un grande Nacimiento pletórico de luces blancas, amarillas y unas cuantas rojas.
Es la tierra de Benito Juárez, José Vasconcelos, Antonio Caso y Andrés Henestrosa. Y aunque no les agrade a algunos, también del general Porfirio Díaz, caudillo oaxaqueño.
Es la tierra de la que el poeta decimonónico (citado por Henestrosa) José Blas Santaella dijera: “Ruiseñor que en floridos miradores / te paras a cantar, detén tu vuelo, / y a la luz de este Sol, bajo este cielo / canta otra vez tu nido y tus amores”.
Es una tierra hermosa, feraz y majestuosa, donde se escuchan milenarias lenguas que aún hablan los herederos de sus primigenios pobladores y dueños.
Llena de historia. Rica en leyendas y tradiciones. Y entre sus empedradas callejuelas que serpentean por toda la ciudad, vaga un aire de singular misterio. Debiste estar aquí.
En un intento por guardar en la memoria de una vez y para siempre algunas de estas maravillas, me lancé a recorrer esta ciudad, en una cálida tarde que quedará grabada en mi memoria por diversos motivos.
Quién me iba a decir aquel once de noviembre del setenta que treinta y cuatro años después estaría en Oaxaca contándote estas vivencias capturadas a primera vista.
Pero no me extraña. Así es la vida y gracias doy de estar aquí y ahora recordando aquel día, viviendo esta experiencia imborrable y contándotela.
Tienes que venir algún día al convento de Santo Domingo, en donde se encuentra el Museo de las Culturas de Oaxaca. El convento y la iglesia son recintos impresionantes. Seguramente la vida monacal dentro de ellos fue austera y silenciosa. Sus salas invitan a la meditación y el recogimiento.
En ese museo se encuentran los tesoros de Monte Albán en donde se ubicaba la llamada “Tumba 7” que fuera descubierta por Antonio Caso en 1932. Gracias a ello alcanzó fama como antropólogo, aunque ya gozaba de ella como un brillante profesor universitario.
Sus tesoros son invaluables. Ahí hay piezas de orfebrería hechas en oro puro y piedras preciosas. Perlas hermosas, algunas de ellas casi del tamaño de una canica.
Después de visitar el convento, me dirigí a la iglesia de San Felipe Neri. ¿Sabes por qué? Porque ahí se casó don Benito Juárez con doña Margarita. Es ese un acontecimiento poco conocido de la vida del Benemérito. La iglesia es pequeña. Pero ese hecho la hace un lugar obligado de visita en Oaxaca.
A unas cuantas calles de esa iglesia se encuentra la Casa de la Ciudad en donde está la biblioteca de don Andrés Henestrosa. Pronto cumplirá don Andrés 98 años. Exactamente el día treinta de este mes.
Miles de volúmenes se encuentran ahí bien colocados y catalogados. Sobra decir que algunos de ellos son muy valiosos. Abusando de la generosidad de los custodios, tuve en mis manos el “Canto General” de Neruda que el chileno le regaló y dedicó a Henestrosa. Una verdadera joya, tanto por su contenido, cuanto por ser un regalo de Pablo, dedicatoria incluida y por ser un texto estudiado por Henestrosa.
En esa Casa se están exhibiendo una serie de cartas que Frida Kahlo escribió para un doctor norteamericano de nombre Leo Eloesser. Es abundante la comunicación epistolar que Frida tuvo con este médico al que cariñosamente llamaba: “Queridísimo doctorcito”.
En algunas de ellas le cuenta sobre sus largas y penosas enfermedades y la pérdida de un hijo que esperaba, fruto de su relación con Diego Rivera.
Tenía buena letra la Kahlo; aunque incurría en algunas faltas graves de ortografía. Pero en ella, esas y otras cosas eran pecata minuta. Por su genialidad, valentía y fortaleza, se le perdonan esos y otros errores.
Muchas cosas más podría contarte. Como la visita al mercado principal. Pero el tiempo y espacio se agotan.
Sólo añadiré que me hubiera gustado que estuvieras aquí. Pero no importa. Porque tú siempre estás conmigo.