Muchas son las noticias que circulan a la velocidad de las ondas sonoras, las televisivas y en las hojas de papel periódico, de manera que a veces, como ahora sucede, no es posible concentrarnos en sólo una de ellas.
Por ese motivo, en esta ocasión y ofreciendo a los lectores que ello no causará precedente, me permitiré formular comentarios a tres noticias que forman parte de las tantas que esta semana llamaron la atención del gran público.
El espectro noticioso se extiende desde lo trascendente, como puede ser la deportación de Carlos Ahumada y su eventual consecuencia para la política mexicana, hasta la anécdota protagonizada por el presidente de la mesa directiva de la Cámara Baja, el diputado Juan de Dios Castro Lozano, mediante la cual éste, de una plumada, modificó el conocimiento de trescientos infantes (por lo menos) a los que siempre se les dijo que la Bandera Nacional tenía tres colores, pasando por el nuevo formato del informe presidencial acordado por ese Congreso.
Puntualizo, antes de continuar, que lo dicho por Castro Lozano podría parecer en verdad intrascendente. Pero dada su experiencia parlamentaria y no obstante el haber ofrecido una disculpa pública, lo dicho demuestra que a la mejor verdulera, se le va un chile.
Hechas las anteriores puntualizaciones, entremos de lleno en la materia que forma parte de estos tres comentarios, tres.
Lo intrascendente, pero imprudente:
Conforme a la Ley sobre el uso de la Bandera, el Escudo y el Himno Nacionales, promulgada el 23 de diciembre de 1966, “el Escudo Nacional está constituido por un águila mexicana... posada en su garra izquierda sobre un nopal florecido que nace en una peña que emerge de un lago...”.
Conforme a esa disposición, Juan de Dios confundió la Bandera con el Escudo, pero no mintió. En el Escudo Nacional que va colocado al centro de la Bandera sobre el color blanco, en efecto, está el azul del lago.
Pero de ahí a afirmar, como lo hizo, ante trescientos niños de visita en el recinto de San Lázaro que la Bandera, “tiene un cuarto color (además del verde, blanco y rojo), no lo han visto: el azul. ¿Ven el lago en esa bandera gigantesca que tienen ahí a la vista? ¿El lago del islote donde se encuentra el águila devorando a una serpiente?”; de lo que establece la Ley sobre el Escudo y los tres colores de la Bandera, a lo que él dijo, hay una diferencia abismal.
Y la hay, porque aún cuando en su disculpa del día siguiente sostuvo que “no fue con dolo”, la confusión sobre la cual construyó su falaz teoría de los cuatro colores nacional, no sólo distorsionaba el aprendizaje de los escolapios, sino que constituyó una abierta alusión a uno de los dos colores plasmados en el emblema del PAN, partido al que pertenece Castro Lozano.
¿Cómo puede una persona tan mesurada y con tanta experiencia parlamentaria como Juan de Dios, desbarrar de esa manera? ¿De qué le sirve su característica parsimonia en el hablar si no la aprovecha pare pensar bien lo que va a decir? Pero además, el Escudo tiene también los colores negro y amarillo, entre otros. ¿Por qué eso no lo dijo el presidente de la Cámara? ¿Porque son los del PRD?
Visto está que el Congreso es la casa del jabonero, pues ahí el que no cae resbala.
Lo novedoso, pero innecesario:
Prácticamente por unanimidad de votos, se aprobó el nuevo formato para el informe presidencial. En el próximo evento de esta naturaleza, el presidente Vicente Fox estará desde el inicio de la sesión solemne para escuchar las intervenciones mediante las cuales las distintas fracciones parlamentarias formulan sus consideraciones sobre el estado que guarda la administración pública federal.
Quizá los operadores políticos del Presidente ya negociaron que si Fox acude a escucharlos, los legisladores se comportarán debidamente. Pero yo dudo que así sea, porque en el Congreso hay muchos loquitos sueltos y con su disposición para escuchar a los oradores lo único que logrará el Presidente es hacer corajes, pues éstos sin duda se darán vuelo criticando a su administración y los programas de Gobierno.
Ojalá y ese nuevo formato parlamentario sirviera para que los unos y el otro adoptaran posiciones de madurez. Pero lo más probable es que todo acabe en un vodevil de baja estofa. Espero que nos equivoquemos.
Lo peligroso, pero inevitable:
Procedente de La Habana llegó Carlos Ahumada, deportado por el Gobierno de Fidel Castro, quien seguramente lo devolvió después de haberle sacado hasta sus pensamientos más íntimos.
Junto al el empresario de los videoescándalos el Gobierno de la isla envió un comunicado que fue la primera detonación con la que la chancillería cubana, por órdenes de su jefe, abrió el fuego que no cesará pronto.
El comunicado decía que el escándalo de Ahumada “tiene una incuestionable connotación política”, a lo que la secretaría de Relaciones Exteriores respondió diciendo que era “inadmisible dicho juicio de valor en relación con un caso que compete única y exclusivamente a la justicia mexicana...”.
En ese contexto, las violaciones a los Derechos Humanos que se cometen en la isla, desde la misma óptica, corresponden exclusivamente a la justicia cubana y sin embargo, el Gobierno de Fox no sólo formuló un juicio de valor sino hasta un voto de censura por esas violaciones, lo que hizo dentro del foro de las Naciones Unidas.
Ya veremos cómo los cubanos comenzarán a filtrar poco a poco, dosificadamente y a su conveniencia, la información que obtuvieron de Ahumada para ir robusteciendo la teoría del complot y minando la posición de Fox.
De antemano se sabía que era muy peligroso, desde el punto de vista político, para la actual administración federal que Ahumada volviera a México y quedara en manos de la Procuraduría del Distrito Federal. Pero, por otro lado, era difícil que se quedara en la isla.
Lo que nunca nos imaginamos es que lo regresaran tan pronto. Quizá lo hicieron para que cuanto antes comience a hablar y sea la mano, no que saque, sino que meta las castañas al fuego.