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Adelante con los faroles...

Emilio Herrera

Vuelta a las andadas. Otro lleno en la plaza de toros capitalina. Los nombres de los que hicieron el milagro: el rejoneador Hermoso de Mendoza y los toreros Ponce y Zotoluco. Lo demás, haya sido lo que haya sido, fue el relleno. Los que llevaron a la gente fueron los citados. Al abrirse la taquilla lo hizo sin boletos, que a esas horas ya estaban en manos de los revendedores vendiéndose a precios exorbitantes, algunos tres o cuatro veces más de lo normal. Pero ver a las figuras dichas lo valía, aunque al nuestro lo que le tocó del lote no le quiso dar el gusto y tuvo que regalar un toro para que el público no se fuera creyéndolo menos que sus alternantes. Tan buena era la corrida de aniversario que Gilio el lagunero retirado, de la torería andante, no de lagunero, estaba entre los presentes, según el narrador de la corrida.

No recuerdo cuántos años tenía yo cuando vi mi primera corrida, pero no pasaba de chilpayate, o a lo mejor sí porque ¿hasta los cuántos años dejaba uno de serlo? La cuestión es que me llevaban de la mano, porque la corrida fue en la plaza de madera que estaba por la Allende en la hondonada ubicada a partir de la vía del tranvía que iba a Gómez y a Lerdo pasando por la calle Viesca.

Y vaya usted a saber los toreros a quienes esa tarde de principio de los veinte vi torear. Los nombres que medio recuerdo de esos días, más que nada por los convites son los de Gaona, Silveti, Freg, “Carnicerito” y Balderas.

Pero, quiero insistir, lo que en estos días, cuando toda la gente se queja de la crisis económica que padecemos, más me sorprende, son estos llenos, en los que los locales se ponen al tope, sin que quepa, como ellos dicen, un alfiler más.

¿A quién vamos a creer, pues, si los mismos que se quejan, que serán, seguramente los que van y llenan todos los lugares de sol, allí estaban presentes ocupando el mejor lugar que alcanzaron? Con qué cara le van a negar al día siguiente a su familia lo que ésta les pida de necesidad? Y si no se los niega y también se los da, ¿de qué se queja, pues? Voltaire fue el que dijo que “este es el mejor de los mundos posibles”. Yo no sé si lo será; pero, lo que sí estoy creyendo es que México es el mejor país de ese mundo de Voltaire, pues en estos tiempos en que su propio vecino anda preocupado por cómo Bush ha llegado a ponerlo económicamente, nosotros seguimos llenando los sitios de diversión y despreocupándonos del no hacer nada de nuestro Presidente.

Y una de dos: o somos unos irredimibles mentirosos, o vivimos pensando que al fin mañana todos calvos y que si Rogelio Montemayor tiene derecho a gastarse la lana de Petróleos contratando a los mejores abogados para que le defiendan y Carlos Romero “a pasarse por el arco del triunfo las acusaciones” que le hacen los defensores de nuestro petróleo, el mismo tenemos todos los mexicanos a darle vuelo a la hilacha, sin darle explicaciones a nadie de cómo le hacemos, que por lo demás nadie nos las pide, divirtiéndonos en lo que diversión sea, al precio que sea. Adelante, pues, con los faroles, que atrás vienen los cargadores.

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