EFE
Washington, EU.- El caso del supuesto espía israelí descubierto en el Pentágono pone de manifiesto una vez más que la reforma de los servicios de inteligencia de EU es “esencial”, tal y como la calificó ayer, sábado, el presidente George W. Bush.
Aunque en ningún momento citó el nuevo escándalo, el Presidente de EU centró ayer su discurso radiofónico en los desafíos pendientes para garantizar la seguridad en todo el país y en las cuatro órdenes que firmó este viernes para mejorar el sistema de inteligencia estadounidense y para que no se produzcan más fallos.
El director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) tendrá más poderes hasta que se cree el futuro Director Nacional de Inteligencia, se creará también un Centro Nacional Contra el Terrorismo y un sistema de información e intercambio de datos con normas comunes para todas las agencias de inteligencia.
Son sólo algunas de las medidas anunciadas por Bush el mismo día en que salió a la luz el escándalo protagonizado por un alto oficial del Pentágono que está siendo investigado por el FBI como presunto espía israelí.
La prensa recogió ayer que el supuesto ‘topo’ es un analista que trabaja en la oficina de Douglas Feith, el subsecretario de Defensa para asuntos políticos, considerado el número tres del Pentágono, por debajo del secretario Donald Rumsfeld y del subsecretario Paul Wolfowitz.
Feith es un influyente asesor de Rumsfeld y trabaja en asuntos de gran importancia, como la política estadounidense hacia Irak e Irán.
El diario The Washington Post va más allá y avanza que el presunto espía sería Larry Franklin, un funcionario del Pentágono a punto de jubilarse, especializado en Oriente Medio y el sur de Asia, que antes trabajaba para los servicios de inteligencia militar.
El periódico, que cita como fuente a un funcionario del Gobierno, afirma que todavía no se decidió si el incidente será definido como un caso de espionaje o recibirá una clasificación menos grave, como divulgación inapropiada de documentos o mala gestión de documentos confidenciales.
De confirmarse las informaciones que apuntan a que el espía anónimo filtró a Israel material secreto sobre deliberaciones de la Casa Blanca en torno a Irán, el Pentágono volvería a verse salpicado por un nuevo escándalo, tras el reciente de los abusos a presos iraquíes por parte de efectivos estadounidenses.
De momento, el Departamento de Defensa se ha limitado ayer a difundir un comunicado muy breve en el que precisa que ha estado cooperando en este asunto con el Departamento de Justicia desde hace algún tiempo.
Desde la Casa Blanca, el portavoz Scott McClellan dijo no estar en condiciones de hablar de ninguna investigación.
No obstante, “obviamente siempre que hay una acusación de esta naturaleza, se trata de un asunto serio”, precisó el portavoz durante el viaje de campaña que realiza junto al presidente Bush en el estado de Ohio.
El FBI tiene “pruebas” de que una persona que ha estado trabajado en puestos de alto nivel del Pentágono y en una posición que puede influir en la política de la administración estadounidense hacia Irán e Irak, puede haber espiado para Israel, informó ayer la cadena CNN.
La embajada israelí en Washington ha calificado de “falsas y escandalosas” las informaciones que hablan del espía israelí y también desde el Gobierno de Jerusalén se ha desmentido cualquier trama de espionaje de sus principales aliados, los estadounidenses.
La buena amistad entre los dos países puede verse afectada por este caso, que recuerda al de hace casi dos décadas protagonizado por Jonathan Pollard, un judío estadounidense condenado a cadena perpetua por espionaje en favor del Estado hebreo en 1987.
Pollard, un ex analista de la Marina estadounidense, había suministrado a Israel, de mayo de 1984 hasta su detención en noviembre de 1985, miles de documentos clasificados como secretos sobre actividades de espionaje de EU, principalmente en los países árabes.
