Como insuficiente para satisfacer las expectativas del Gobierno Mexicano, ha calificado la actual administración federal la propuesta del presidente George Bush respecto al tema migratorio. El plan resulta decepcionante porque no concreta de manera clara y suficiente sus objetivos generales que se centran en la emisión de visas temporales, lo que lleva a considerarlo como un enunciado de buenas intenciones.
El tema es de importancia tanto para México como para los Estados Unidos; en nuestro caso, implica el respeto a la dignidad de los mexicanos que laboran allende el río Bravo y la protección de nuestra principal fuente de divisas. Para nuestros vecinos supone la disposición de mano de obra en trabajos que los norteamericanos no realizan y el tratamiento de un problema de seguridad que deriva de la falta de control migratorio.
El tratamiento de la agenda migratoria fue postergado a raíz de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 y hoy es tímidamente abordado en un entorno preelectoral de cara a las próximas elecciones presidenciales en los EEUU. Bajo tales circunstancias es fácil entender que la división de los electores norteamericanos sobre el tema en cuestión, determine la ambigüedad y falta de claridad de la propuesta.
Es previsible que en las próximas semanas pueda llegarse a planteamientos más concretos, una vez que las opiniones que como reacción ha suscitado el anuncio del presidente Bush sean objeto de sondeo y evaluación, a la luz de los referidos criterios electorales. La dependencia de los gobiernos en relación al impacto que sus políticas suscitan en la intención del voto de los electores, es un signo de los tiempos en las democracias.
