El control de las aguas del Río Aguanaval ha vuelto a ser tema de controversia entre diversos actores sociales y gubernamentales en la semana que termina. En ocasión del debate, diversos organismos intermedios de la sociedad cuestionan la propuesta de la Comisión Nacional del Agua, que proyecta la construcción de dos presas en el Cañón de Jimulco a la altura de los parajes conocidos respectivamente como El Tigre y La Cabeza.
El Aguanaval nace en el estado de Durango y riega parte del territorio de Zacatecas y Coahuila hasta perderse en el semidesierto lagunero. Lo accidentado de su trayectoria al fondo de la Sierra de Jimulco hasta llegar a Laguna Seca y sus irregulares avenidas, hacen que los ribereños califiquen sus aguas como “broncas”, lo que se traduce en siniestros recurrentes que causan desbordamientos periódicos.
El Río determina la existencia de las especies botánicas y zoológicas a su paso y de él dependen parte de la recarga del acuífero comarcano y el riego de las tierras de temporal situadas en sus márgenes. Por ello el impacto ecológico y la protección del medio ambiente, son rubros capitales que debe considerar cualquier proyecto relativo al control y aprovechamiento de las aguas del Aguanaval.
La propuesta de las organizaciones civiles apunta a la construcción de una sola presa en la parte baja de la cuenca ribereña que controle las grandes avenidas, lo que ha dado en llamarse “rompepicos”. Es importante que se dé una solución pronta a esta controversia en base a criterios técnicos y poner manos a la obra, para zanjar un debate que si bien es sano y necesario, su prolongación indefinida resulta desgastante y nociva.