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Ahí les va una de La Laguna

Enrique Irazoqui Morales

Triste resulta para el país los indignantes sucesos acaecidos a raíz de la proliferación de videos donde se aprecia en dos de ellos, actos de franca corrupción y en el otro, el del señor aficionado al juego, con el detalle que derrocha en sus parrandas cantidades que su sueldo inferior a los setenta mil pesos mensuales pudiera costear.

Emilio González junior, presidente del Partido Verde, creado al cobijo de una Ley Electoral con sombras que permite que institutos como éstos, puedan acceder a importantes prerrogativas y para colmo, que sean convertidos en verdaderos negocios familiares, se aprecia burdo pidiendo una mordida, tal y como algunos agentes de tránsito piden a infractores, con la única diferencia del monto.

El jugador de Las Vegas, Gustavo Ponce, a la sazón director de Finanzas del Gobierno de la ciudad de México, realizó viajes constantes a apostar grandes cantidades de dinero que nadie se cree que lo ganó honestamente. Sin embargo, lo más difícil de creer es que su jefe López Obrador, puntero en la sucesión presidencial no lo supiera. Vaya, si el señor Jorge Hamdan tesorero del municipio de Torreón viajara frecuentemente y con misterio ¿Guillermo Anaya no lo sabría? Sería una gran comidilla en los pasillos del palacio de la avenida Matamoros, pero para “El Peje” resultó una desagradable sorpresa.

Y para rematar, el líder de la Asamblea Legislativa de la ciudad de México, René Bejarano, aparece recibiendo una aportación de Carlos Ahumada, aparente rey Midas y más sorprendente dueño del Santos, en clara muestra del maridaje existente entre el empresario futbolero y las autoridades del DF.

El tema está que arde en las altas esferas de la política nacional. La imagen de Andrés Manuel se verá socavada sin lugar a dudas. Muchos perjudicados y otros tantos, rivales políticos todos, beneficiados del escándalo, pero lo dramático es la demostración fehaciente de que estos hechos ocurren en todos lados y al parecer en casi todos los partidos políticos. Claramente se le demuestra al mundo que nuestros políticos se prestan a fechorías humillantes y lo peor, a confirmar que la corrupción es cosa de todos los días en la sociedad mexicana.

El poder corrompe, sin duda, pero el poder absoluto corrompe absolutamente. En la incipiente democracia mexicana, existen aunque sea por lo pronto en el papel, mecanismos que permiten un sistema de pesos y contrapesos que controlen en lo posible, los abusos en ejercicio del poder. Existen también instituciones que colaboran desde su trinchera, a someter a los servidores públicos a un estricto escrutinio de sus actividades como tales. Los videos lo demuestran sobradamente. La consolidación de la democracia permite el libre desempeño de los medios de comunicación en aras del bien común.

La enorme interrogante y que debe preocupar a los laguneros será: ¿Qué estará ocurriendo con nuestras autoridades y habrá personas con comportamientos tipo Carlos Ahumada? Por lo pronto, un periodista me contó una anécdota reciente que sirve para plasmar el ejemplo.

Palabras más, palabras menos ocurrió una conversación así: Responsable de comunicación -buscó al reportero Juan Pérez.- El jefe del reportero responde: -No se encuentra, pero soy encargado de la sección, ¿en qué le puedo ayudar? Comunicación social -Tenemos conocimiento de que llevan una nota que daña la imagen de nuestro alcalde.- Es verdad, pero mañana te ofrecemos el derecho de réplica para manifestar la opinión de la contraparte.- No, lo que pasa es que no quisiéramos que eso se publicara, ¿me puedes dar tu celular?.- Sí. Responde el jefe de reporteros y da el número. A los pocos instantes suena el celular, era la persona de comunicación social.- Ahora, tengo manos libres, ¿cómo le hacemos?- Pues mira, estoy pensando en un viaje a España en el verano- señala irónico el periodista. -No seas largo- repara el funcionario público. Termina la conversación entre una cortés y agria despedida, la nota apareció y la réplica un día después.

La historia puede ser verídica o no, pero sucedió en La Laguna y hace poco. El remedio: La constante lucha por inculcar valores sólidos que permitan crear una cultura de decencia en nuestra vapuleada sociedad mexicana.

Cada quien con su cada cual. El buen juez por su casa empieza. Empecemos entonces por La Laguna.

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