ATENAS, GRECIA.- Cuando, a cinco días de la inauguración, no hay signos que permitan temer que los Juegos de Atenas vayan a ser distintos a los anteriores, todo el mundo se atribuye el mérito de haber creído en la capacidad organizativa de los griegos y haber adivinado que las obras acabarían dentro de los plazos previstos.
Los jefes de misión de los distintos equipos, los propios atletas, los dirigentes del COI y de los comités nacionales... nadie admite ahora su sorpresa por el hecho de que los autobuses cumplan sus horarios, los carriles olímpicos sean respetados por los vehículos privados o las instalaciones estén en su sitio.
Todos se refieren en público a "nuestros amigos los griegos" para alabar su capacidad organizativa y nadie admite haber albergado jamás dudas sobre el buen final de la gigantesca organización olímpica.
"Yo siempre defendí a Atenas. Lo que he visto hasta ahora es para mí la confirmación de la calidad que tendrán los Juegos", dijo ayer el presidente del Comité Olímpico Brasileño, Carlos Nuzman, también miembro del COI.
Incluso el presidente de este organismo, el belga Jacques Rogge, se apuntó ayer al “ya lo sabía yo”.
"Ya dijimos repetidamente que creíamos que había tiempo suficiente siempre que la organización diera los pasos adecuados", comentó. "Estamos extremadamente satisfechos de ver que los organizadores han cumplido todas las promesas".
La propia Gianna Angelopoulos, presidenta del Comité Organizador (ATHOC), se ha mostrado eufórica en todas sus apariciones públicas, quizá sin tener en cuenta que aún no están en la ciudad ni la mitad de los participantes y que los dispositivos de seguridad, transporte o alojamiento no serán puestos realmente a prueba hasta dentro de unos días.
Muchas instalaciones se han acabado tan a última hora que sólo han sido empleadas en competiciones locales y con escaso público y el Metro entre el aeropuerto y el centro de la ciudad acaba de ser inaugurado, entre otros ejemplos de por qué los temores a una mala organización estaban justificados.
Sólo en privado, un responsable olímpico admitió que "las cosas van mejor de lo esperado, pero peor de lo que deberían, aunque sea muy difícil", añadió, "establecer donde está el límite".
En comparación con anteriores Juegos, los servicios a la “familia olímpica” funcionan con eficacia similar a la de Sydney 2000 y considerablemente mejor que en Atlanta’96: los conductores de autobús no se pierden, las telecomunicaciones no dan problemas y los atletas son transportados a sus lugares de entrenamiento en el tiempo acordado, sea mucho o poco.
Tampoco las incómodas medidas de seguridad, el supuesto signo distintivo de Atenas 2004, son más estrictas de lo que lo fueron en Atlanta’96, aquellos Juegos del Centenario que Grecia quiso organizar y que perdió por sus propios errores y por el poder del dólar americano.