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Al garete

Federico Reyes Heroles

A la memoria de Josué Sáenz, por la herejía de su inteligencia

Añoranza, resquemor, cierta angustia. Igual en Baja California que en Yucatán. Da la impresión de que estuviéramos al garete, de que no hay nadie detrás del timón, esa es la voz que se corre. En las versiones más simplistas todo se imputa a la incapacidad de Fox para establecer el rumbo nacional. Merodea un ánimo de restauración de un presidencialismo fuerte, galopante, que todo lo podía.

Hoy en cambio los programas gubernamentales se les desmoronan en las manos, las iniciativas fracasan una vez sí y otra también. El desorden en la oficina presidencial provoca primero desesperación y después risa. De los changarros, al aeropuerto, al Plan Puebla-Panamá pasando por la loca nacionalización de ingenios. Sin duda Fox y su equipo son responsables de buena parte del irresoluble amasijo que tenemos frente a nosotros.

¿Qué quiere el régimen? ¿Saben lo que quieren? Qué va primero la Reforma Electoral o el voto de los mexicanos en el exterior o la Reforma al Sistema de Seguridad y Justicia o la capitalización de la industria eléctrica o las pensiones o la llevada y traída Reforma Hacendaria o el futuro político de Marta. La falta de fuerza negociadora es también producto de la dispersión y el desorden. Por incapacidad, por carencia de estrategia, por falta de mando, por ambiciones personales, por mil motivos, el hecho es que a mitad del trayecto la actual gestión se ha desdibujado. La inevitable referencia al pasado negro ya no sirve de nada. Son responsables centrales de la grisura y parálisis que nos ahogan.

Por si fuera poco los otros referentes obligados de toda plaza pública, los partidos, se desgarran. Alejados de una sana dosis de ideología hoy son símbolo de corrupción y trapacería. Ninguno se salva. Prisioneros de luchas personales por el poder, llámese Madrazo, AMLO, Creel, Marta o quien sea, hoy menos que nunca sería posible definir el “proyecto de nación”, como sonoramente se le llamaba a los postulados centrales de esas organizaciones. El PRD no quiere abrir el Sector Energético, no quiere un impuesto generalizado, no quiere modernizar las normas laborales, no quieren capitalizar el hambriento agro, no quieren modificar el régimen de pensiones, etc. y supuestamente es un partido “progresista”. Al final del día el conservadurismo negro y amarillo es atroz.

Además, igual que el PAN en el 2000, están dispuestos a ceder en lo que sea con tal de no pagar ningún costo popular que dañe las posibilidades de su “candidato fuerte”. Enfundados en su papel de víctimas eluden por sistema. Allí tampoco hay orden en las ideas, más bien supervivencia. Para el PAN la debilidad creciente e incongruencias del que fuera su “candidato fuerte” hoy se convierte en un lastre. Mandar es siempre un lastre, basta ver la cloaca de Morelos.

La lista de padecimientos de sus gobernantes es idéntica a la conocida del PRI. ¿Dónde está la novedad? Sin la mayoría legislativa que pensaron les allanaría el camino; con su enemigo discursivo numero uno, el PRI, como principal interlocutor; sin consensos importantes en la cosecha por una indefinición estratégica de uno de sus principales precandidatos, Creel; con una acumulación de rezagos que les puede explotar en la mano y un rosario de anécdotas de sus principales personajes como para hundir a cualquiera, hoy el proyecto de nación del PAN, fuerte como opositor, se deslava en el oportunismo.

Finalmente el PRI, superviviente con poder real, con capacidad de respuesta ante su principal derrota, pero atrapado en las bajezas y conocidas corruptelas de algunos insignes miembros. Saben de las carencias eléctricas pero no quieren pelearse con el SME, monumento a la ineficiencia y corrupción. Saben del fracaso del proyecto agrícola de la Revolución pero no quieren perder el decreciente control sobre organizaciones alicaídas. Saben que necesitan acercarse a los jóvenes, pero el desempleo de sus cuadros es tal que reciclan sin fin. Saben que Madrazo es un precandidato con muchos flancos pero, atrapados en sus redes de control y ambición, se dejan llevar sin abrir alternativas. Plantarse el futuro con seriedad, por favor, se trata de retornar y sobrevivir haciendo alianzas hasta con el diablo.

¿Y entonces, quién está fijando la agenda de futuro en este país? Por eso los Bejaranos, las Rosarios, los asuntos morelenses, llenan tan generosamente el apetito de escándalo popular que ya nos viene de atrás, digamos para no ir muy lejos de Raúl Salinas, Lankenau, el Divino, al Pemexgate o los “Amigos de Fox”, los verdes, etc. Empalagados de escándalos y sin actores institucionales respetados —Presidencia de la República, partidos, legislativo— la agenda nacional es desplazada todos los días por el insaciable monstruo que hemos creado. ¿Cuál es la sorpresa de que muchos volteen a mirar al Rector De la Fuente, que en este ambiente destaca, queriendo o sin querer, como hombre visionario?

Quizá por eso también del ocho quizá diez por ciento de Castañeda y su listado de planteamientos concretos. La discusión sobre los candidatos independientes es compleja, pero las inyecciones de inteligencia nunca sobran, sobre todo en un país que por momentos piensa que ahogarse en el fango es lo normal. Los empresarios por su lado, quizá por sus divisiones internas o por el peso de sus intereses con frecuencia enfrentados, carecen de la presencia que hoy les requiere el país, presencia para incidir en la opinión pública, presencia para fijar límites y establecer discusiones y rumbos.

También por eso estamos al garete. Es muy sano que las corruptelas desfilen frente al ciudadano para que todos podamos distinguir cuando haya diferencias. Es sano el apetito de escándalo de los medios como herramienta de denuncia. Lo enfermizo es que terminemos devorándonos a nosotros mismos.

Lo patológico es que no podamos recuperar y mantener claros los principales retos. Bejaranos van y vienen, pero México no va a prosperar si los derechos patrimoniales no tienen una defensa adecuada, si el sistema de impartición de justicia no opera con eficacia, sino hacemos de la Ley el acuerdo básico. México no va a prosperar si los insumos claves para la vida empresarial, energéticos, telecomunicaciones, entre otros, no son competitivos.

No va a prosperar con leyes laborales y de pensiones inflexibles e inviables. No va a prosperar sino invertimos en infraestructura, en educación, en salud, en informática, en ciencia y tecnología. Para lograrlo necesitamos estimular el crecimiento con un sistema fiscal adecuado y que también recaude más. No estamos frente al caos, hay un orden lógico, hay una agenda nacional clara aunque por momentos pareciera que estamos al garete.

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