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Alegría puma, sinsabores celestes

SUN-AEE

MEXICO, DF.- Agria sonrisa, mustia, de la Gioconda frente al televisor. Rosada máscara de medio siglo de placer fatuo, ahora ante la pelotita alba. Pumas-Cruz Azul a través del vidrio. El cadáver de la cajetilla de Camel, en una mortaja de sudor sobre la diminuta mesa circular, reflejo de la angustia de 90 minutos.

Humo que consumió la incertidumbre de goles que sepultan, uno tras del otro, la esperanza fugaz de victoria. Emoción que planchó arrugas del corazón de viejos egresados de la UNAM. Ante la voraz reventa el urgente refugio coyoacanense. La zona sur de la ciudad se viste de azul y oro. Botana en la cervecería "El Frontón": chicharrón de cerdo con chile habanero y totopos en salsa verde para mitigar el desasosiego; roer de uñas durante las cinco anotaciones.

En el vidrio, "Kikín" resulta con fractura leve en la clavícula izquierda. El médico Roberto Rodríguez le inmovilizó el brazo con una venda. "Ese mi Pancho Bechenauer", "ese mi Franz Fonseca", bromea un aficionado, a quien llegó a la mente la imagen del "Kaiser", cuando jugó lesionado con la Alemania la semifinal contra Italia, en México 1970, en el Estadio Azteca.

A la lesión de Fonseca se sumó la de Bruno Marioni. Después de su gol, que significó el empate 1-1, resultó con una contractura en la pierna izquierda. Ipso facto, Hugo Sánchez mandó a Ismael Íñiguez en su lugar. Lucía sombrío el panorama puma. Decenas de pies bailan nerviosos entre las patas de las sillas metálicas.

Juegan con balones invisibles. Bigotes espumosos beben ansiosos las bolas con cerveza oscura de barril. Allá, un solitario parroquiano bebe una "muerte súbita" o "submarino": tequila con cebada. Hay que adormecer la emoción para evitar que se transforme en frío sudor. Suplicio universitario los últimos 20 minutos.

Norma Jiménez y Claudio García, entre cachondos picoretes, aceptan la plegaria del vendedor de billetes de lotería. "Llévese el bueno, jefe: hágase rico", dice el expendedor de ilusiones con palabras que suenan a doble sentido.

"Deme el huerfanito", pidió Claudio en un albur involuntario.

Sin Marioni, con la virtual baja de Fonseca y la necesidad de un milagro de Cruz Azul para dejar en el camino a los Pumas, comenzaron las especulaciones. Polémica entre los parroquianos: la salida o no de "Kikín". Pero Hugo se la juega: lo mantiene como una motivación sicológica para sus jugadores. Se convierte en un fugaz niño héroe.

Segundo tiempo: poco a poco, los Pumas se convierten en una aplanadora de cemento. Aunque los aficionados al vidrio lanzan un "aaahhgggggg", ahogado cuando Luciano, con su disparo, ordeñó un metálico lamento del travesaño de Bernal.

Mas, tras los goles, de Íñiguez y el segundo de Figueroa, que representan el empate 2-2 y que da el pase a Pumas, hay una reacción felina. Faltan 15 minutos para el final. “El Cachas" Íñiguez se perfila partiendo en dos, por el centro, el área grande. Carga su rifle.

"¡Mátalos!", gritó un aficionado, con la "bola" a medio consumir en la mano derecha. El delantero jaló del gatillo. Cayó el tercero. Era el 3-2. Cruz Azul necesitaba algo casi imposible: dos goles de diferencia.

Pero también apareció la delincuencia en el local: un joven, 22 años, ofreció de mesa en mesa, una videograbadora en su estuche, fresquesita, recién salida de la panadería de algún carro saqueado.

"Bara, jefe", trató de convencer, mientras la mostraba en el fondo de una mochila multicolor. Todos lo eludieron. Desde aquí Claudio se sumó a los cánticos pumas: "¡cómo no te voy a querer, cómo no te voy a querer!"... que tiene una rúbrica personal: "chi... madre!".

Mona Lisa y su irremediable sonrisa centenaria.

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