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Algo le verán/Addenda

Germán Froto y Madariaga

La democracia, al fin mujer, es veleidosa y nos suele sorprender.

Una de esas sorpresas nos la dio el pasado martes cuando el electorado norteamericano votó mayoritariamente a favor de la reelección de George W. Bush otorgándole el 51 por ciento de los sufragios, lo que le permitió alcanzar 274 votos del Colegio Electoral Federal. Su adversario, John Kerry, obtuvo el 48 por ciento y sólo 252 votos ante ese extraño (para nosotros) órgano electoral.

Las encuestas de salida consignaron que la mayoría de los electores se inclinaron a la hora de votar por “los valores morales” y dejaron de lado cuestiones como la guerra, el terrorismo y la economía.

Ignoro realmente a qué valores morales se referirían, pero no me queda duda de que son “sus” valores morales que pueden no coincidir con los nuestros y sin embargo son los que llevaron al pueblo a votar mayoritariamente por Bush.

En un gesto de humildad y hombría de bien Kerry le llamó a Bush para felicitarlo por su triunfo, en la mañana del día siguiente a la elección y declaró que: “En Estados Unidos es vital que cada voto cuente, pero el resultado debe decidirse en las urnas, no en una rebuscada guerra legal”.

Esa declaración indica que hubo quienes le sugirieron que impugnara la elección, no obstante lo cual Kerry optó por impulsar la unidad y armonía del electorado. En ese sentido sensata idea ésta que lleva a un hombre a pensar primero en su país que en sus anhelos de llegar a la Casa Blanca.

“Torpe, estúpido”, estimarán algunos. “Sensato, realista”, dirán otros. Yo creo en esto último. Porque por encima de los intereses y ambiciones personales debe estar siempre el interés superior de la nación y el respeto y la credibilidad en las instituciones.

Aunque Luis Ernesto Derbez haya sostenido que a México le daba lo mismo quién ganara, lo cierto es que nos convenía más Kerry que Bush.

Pero tenemos que admitir que más importante que lo que a nosotros nos conviniera es lo que convenga a la sociedad norteamericana, aún cuando podamos considerar que ésta se movió por dos sentimientos: la soberbia y el temor.

La soberbia, porque poco les importa si Bush en su lucha contra los que considera sus enemigos extranjeros arrasa con pueblos enteros. Para ellos lo realmente importante es sentirse seguros mediante el exterminio de todo el que consideren una amenaza en potencia.

El temor, porque después del 11 de septiembre de 2001 les aterra la idea de verse en un trance siquiera semejante a lo que sucedió ese día, en lo cual tienen razón. Pero es innegable que dolosamente Bush ha sabido mantener vivo ese temor que, entre otros factores, no sólo le permitió seguir al frente del Gobierno, sino que le otorgó al Partido Republicano una cómoda mayoría en el Congreso federal.

No obstante ello, tenemos que admitir que algo verán en Bush los electores que mayoritariamente por él votaron. Y ese “algo” no lo vemos desde afuera quienes lo consideramos una amenaza para la paz y la seguridad internacionales.

El otro aspecto que llama la atención es que los norteamericanos sigan operando su democracia con un sistema notoriamente anacrónico que fue diseñado hace más de doscientos años.

Porque su Gobierno se erige en censor de otros sistemas electorales de los que demanda claridad, modernidad y absoluta certeza y sin embargo el suyo no cumple con todos estos parámetros.

Para justificar lo anterior, bástenos con señalar que el equipo con que opera el sistema electoral del Estado de Nueva York es de hace cincuenta años. Y no debemos olvidar que en 2000 se les cayó el sistema en Florida.

En contrapartida, es de destacarse que el electorado tiene plena confianza en sus instituciones. Les reconocen credibilidad y nadie se asusta ni cuestiona que el Presidente no se separe de su cargo mientras anda en campaña recorriendo el país en el avión presidencial.

En cambio, por esa falta de credibilidad, nosotros desconfiamos hasta de la honestidad y rectitud de una persona que pretenda integrar un órgano electoral, porque hace 25 años trabajó en un municipio gobernado por priistas o panistas. O porque utilizaron un fax para fines ajenos a las tareas de una determinada dependencia.

Sí, es cierto que la burra no era arisca. Pero también lo es que no podemos andar arrastrando loas viejas concepciones y en base a ellas desconfiando de todos y por todo.

Las elecciones en Estados Unidos arrojaron muchas enseñanzas. La principal, a nuestro juicio, es que el pueblo norteamericano sigue prefiriendo el haz de flechas al que se aferra el águila de su escudo nacional, a las ramas de olivo que como símbolo de la paz sostiene en la otra.

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