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Amarás a Dios sobre todas las cosas...

Adela Celorio

H ay quien asegura que la gripe es la manifestación física de una confusión interior. Nunca he creído esas teorías pero hoy que me siento dudosa y marchita, he cogido un “gripón” que fácilmente podría corresponder al estado de perplejidad que me provocan los desfiguros de los políticos con quienes en algún momento compartimos el firme propósito del cambio y que hoy nos siguen dando más de lo mismo.

Tengo tantos motivos de aflicción que lo único que quiero es huir. Entre otras cosas, porque me niego a seguir viviendo entre ruido, cemento, taladoras, túneles, zanjas, andamios y grúas que se aplican concienzudamente en la construcción del segundo piso del periférico y en la destrucción de la salud mental de la ciudadanía.

Y precisamente cuando las cosas van mal aún pueden empeorar. México recibió brutal goliza de los brasileños y aunque por mí el futbol puede desaparecer ya mismo de la faz de la Tierra, el Querubín que es muy mal perdedor, se pone insoportable y yo que apenas puedo con la dariz dapada y mis ojitos llorosos, tengo además que soportarlo.

¡Ah sí! De que me voy, me voy. Aunque ahora que lo veo, después de quejarme a mis anchas con ustedes, ya no siento tanta urgencia de salir corriendo. Ya les avisaré.

De momento, me gustaría compartir con ustedes una probadita del libro en el que me refugio de tantas aflicciones. Se trata de un ensayo que intenta revisar la vigencia de Los Diez Mandamientos a la luz del siglo XXI y en el que con su acostumbrada ironía, Fernando Savater se dirige a Dios tuteándolo: “Nos mandaste amarte sobre todas las cosas. Me pregunto y te pregunto: ¿tanta necesidad tienes de que te amen? ¿No es un poco exagerado? ¿Es posible que quien ama a un Dios único, infinito, absoluto, ame o simplemente acepte y respete a quienes tienen otras religiones y otros dioses?”.

“Además, en este mundo sucedió algo que ni Tú ni Moisés imaginasteis cuando ordenaste descansar el séptimo día y es que a muchos hombres les iba a ser imposible tener un día de descanso porque lo que no tendrían sería trabajo. Entonces ¿descansar de qué? Podrías haber sido más amable y haber puesto en la semana seis días de descanso y sólo uno para ganar el pan con el sudor de nuestra frente, de esa manera se habría repartido más el trabajo y es probable que todo el mundo tuviese ocupación.

Comprendo que estabas iniciando el mundo y no podías tener todo en la cabeza, pero si Tú no has podido con todo, ¿imagina lo difícil que es para nosotros que sólo somos seres de carne y hueso?

“Y no pongas mala cara si ahora, mal que te pese, te cuestionamos... son los tiempos que corren”. Bueno, dije una probadita, si les gustó compren el libro. Es de Editorial Debate.

adelace@avantel.net

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