AGENCIAS
BAGDAD, IRAK.- El cruce de amenazas entre los mandos militares estadounidenses y los líderes religiosos más radicales de Irak sube de tono cada día. El clérigo radical Muqtada al Sadr empleó ayer, en su tradicional prédica de los viernes en Kufa, la oratoria más incendiaria para amenazar a las tropas de ocupación con una oleada de ataques suicidas si los dos mil soldados de Estados Unidos que asedian la ciudad santa de Nayaf atacan esta localidad, bajo control de los partidarios de Al Sadr, para detenerlo o matarlo, tal y como planea el Ejército norteamericano.
Al Sadr, que ronda los 30 años y que se esconde en Nayaf, a escasos kilómetros de Kufa y 180 kilómetros al sur de Bagdad, dispone de una milicia, el Ejército del Mahdi, de entre cinco mil y 15 mil fieles surgidos de las capas sociales más pobres de Irak. “Muchos creyentes, hombres y mujeres, me piden permiso para convertirse en mártires. Yo sigo diciéndoles que esperen. Pero si se produce un ataque a nuestros lugares sagrados o a nuestras autoridades religiosas, nos convertiremos en bombas y no nos detendremos hasta destruir a las fuerzas enemigas”, clamó el religioso shii ante el fervor de miles de sus leales y ante las cámaras de varias cadenas de televisión.
El religioso hizo un llamamiento a la unidad de todo el país para expulsar a los ocupantes y repasó su lectura de la historia: “Nayaf ha sufrido guerras y siempre ha salido victoriosa. Los británicos no pudieron sojuzgar Nayaf. Tampoco los turcos. Y ahora, la ocupación norteamericana no podrá destruir Nayaf”.
Son muchas y recientes las advertencias de dirigentes políticos y religiosos de Irak e Irán -e incluso de miembros del Consejo de Gobierno Iraquí, tutelado por Washington- a los mandos militares de EU para que se abstengan de atacar Nayaf, Kufa y Kerbala. Temen que, de ser asaltadas, se produzca un alzamiento en el centro y sur del país que desemboque en un baño de sangre.
Cambio de estrategia
Prueba del descontrol que reina en Irak es el giro político sustancial que ayer anunció el administrador civil del país, el estadounidense Paul Bremer. Un año después de desmantelar el Ejército y la Administración de Saddam Hussein (1979-2003), Bremer aseguró a la televisión Al Iraqiya, dirigida por EU, que la política de depuración de todos los miembros del Partido Baaz había sido injustamente aplicada.
Con el anuncio de Bremer, los estadounidenses se retractaron de un componente central de su política en Irak después de la caída de Saddam: la disolución del Partido Baath y del Ejército, que fueron herramientas clave en la represión del antiguo régimen.
Funcionarios de Estados Unidos dicen que esta disminución mantendrá fuera del Gobierno a los miembros del partido que cometieron delitos.
La mayoría de los iraquíes recibieron con beneplácito el cambio anunciado ayer y afirmaron que la purga tan intensa fue un error desde el principio y alentó la insurgencia antiestadounidense.
Sin embargo, el permitir la participación de miembros del disuelto partido Baath podría enfrentar alguna oposición, en especial entre los curdos y los chiítas que fueron reprimidos brutalmente por el ex dictador.
Bremer dijo que la purga al Partido Baath era una buena política, pero reconoció que muchos iraquíes se quejaron de ella.
Se modificará la forma en que la política es puesta en práctica, señaló el funcionario en un discurso difundido por la televisora Al-Iraqiya, operada por Estados Unidos.
A oficiales del Ejército que trabajaron en las fuerzas armadas de Saddam pero tienen historiales limpios se les permitirá unirse al nuevo Ejército que está construyendo la coalición, dijo.
Los profesores que no emplearon su puesto para hacer daño a los iraquíes podrán regresar, agregó.
El discurso de Bremer fue difundido con una voz en off en árabe. Hasta el momento no había podido obtenerse una transcripción con sus afirmaciones en inglés.
En un principio, fue popular la decisión de Estados Unidos de disolver el ejército y el Partido Baath después de la caída de Saddam, pero esto condujo a un desempleo generalizado, en especial entre la minoría sunita que formaba el centro del antiguo régimen.
Algunos de los desempleados se unieron a las filas de la insurgencia antiestadounidense, dicen los iraquíes y los comandantes de Estados Unidos.
El impulso para sacar a los baathistas del Gobierno también le costó al país experiencia necesaria en un momento en que está tratando de reconstruirse.