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Amenazan reos con canibalismo

Notimex

Sao Paulo, BRASIL.- Poco antes de que se solucionara el conflicto, los presos amotinados en la cárcel Oso Blanco, en la ciudad brasileña de Porto Velho, comenzaron a comer los gatos que tenían como mascotas y ante la falta de alimentos amenazaron ayer con alimentarse con los cadáveres de sus compañeros.

El canal de noticias TV Globo señaló ayer que el relato fue hecho por seis reclusos que huyeron de sus compañeros amotinados y decidieron entregarse a las autoridades que custodian las afueras del presidio.

La cárcel Oso Blanco de Porto Velho, capital del amazónico estado de Rondonia, vivió desde el miércoles pasado un amotinamiento con 167 rehenes, 159 de ellos mujeres que hacían la visita familiar, en una revuelta que ha dejado al menos nueve muertos.

Unos 170 familiares que los visitaban, en su mayoría mujeres, habían decidido permanecer en el ahora destrozado presidio por propia voluntad, según las autoridades, aunque otros informes sostuvieron que habrían sido tomados como rehenes.

Tras la evacuación de los familiares, las fuerzas policiales, que habían rodeado el penal, se aprestaban a ingresar a la cárcel, que alberga a unos 1.100 presos a pesar de haber sido construida para unos 360, dijo Dos Santos.

El acuerdo se logró después de que fueran aceptadas muchas de las reivindicaciones de los reclusos, como cambiar a las autoridades del presidio, aliviar las condiciones para las visitas, mejorar la alimentación y tener mayor acceso a servicios médicos y religiosos.

Unos treinta presos serán transferidos a unidades policiales hasta que se decida su destino final en otras prisiones, dijo Dos Santos.

El funcionario confirmó que, además de los nueve muertos contabilizados, existían informes de que dentro de la cárcel habría hasta cuatro cadáveres más.

Los amotinados habían sido privados del suministro de agua, alimentos y energía. "Están cazando gatos, pero no hay muchos para alimentarlos", dijo el teniente de la policía militar Carlos Alberto Texeira antes del fin de la rebelión.

En un comunicado emitido el miércoles, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) había expresado "su profunda preocupación por la situación en la Cárcel de Urso Branco" y recordó anteriores pedidos al gobierno de Brasil para una mejor situación en las cárceles del país.

La rebelión se tornó sangrienta después de que, desde el lunes, al menos nueve presos murieran en enfrentamientos entre bandas rivales. Varios fueron descuartizados y decapitados y, en algunos casos, los cuerpos y cabezas fueron expuestos desde los muros.

Un oficial dijo el jueves que se descubrieron tres túneles que estaban construyendo los reos durante el motín y que abandonaron cuando se aproximaron "bulldozers" a los muros de la prisión.

Imágenes de la televisión mostraron el jueves a muchos amotinados trepados a restos de techos y muros, agitando pancartas con algunas de sus reivindicaciones, en momentos en que sus representantes negociaban el acuerdo con las autoridades y cinco mujeres, familiares de detenidos.

En otra sangrienta rebelión en el penal Urso Branco, 27 reos murieron en el 2002 en choques entre bandas rivales, tras un fallido intento de fuga.

La CIDH destacó que a raíz de ese incidente había requerido al estado brasileño, en ese año, que "adopte todas las medidas que sean necesarias para proteger la vida e integridad personal de todas las personas recluidas en la Cárcel de Urso Branco, siendo una de ellas el decomiso de las armas que se encuentren en poder de los internos".

Las cárceles de Brasil son famosas por su sobrepoblación, rebeliones y fugas.

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