Cuarenta señoras, esposas de socios del Club Sembradores de Torreón, fueron homenajeadas con motivo del Día de la Madre en un lugar ?en una de las márgenes del Río Nazas-, llamado con eufemismo Mi Ranchito, pues sólo al cruzar el portón de entrada, constatamos que es tal su belleza que hace pensar que así fue el edén.
Deben sentirse satisfechos los organizadores de tal celebración, pues todo salió a medida de sus óptimos deseos: Noche espléndida de plenilunio, fresca, agradable. Música romántica con canciones que nos hicieron suspirar y la cena con el sello de Beto González, como decía la sugestiva invitación, ?arroz con dulzura, filete de res con cariño, filete de pescado a la sentimental, trozos de pollito querendón y ensalada de apapacho?. Nada más.
Así que Jorge Hernández Salcido, Ignacio Pámanes Flores, Antonio Fahur Amador y Sergio Berlanga Espinoza, asistidos con primor por sus esposas Lucila, Laura Yolanda, Lilia y Laurita, merecen la más alta calificación, pues cuidaron de todos los detalles para hacer de esa noche, una noche inolvidable.
Para cada uno de nosotros queda en el pensamiento que estos homenajes a las madres, tienen amplitud de pleitesía a la mujer por todo el papel que desempeña al lado del hombre: Como creadora de un nuevo ser, como esposa, como compañera, como fuente de inspiración para afrontar todos los avatares de la vida.
Mujer, milagro de la creación, así la define mi amigo Germán González Navarro, así la defino yo. Ella está presente en todo acontecer de la existencia del hombre: ella le dio la vida, ella lo formó. Ella está en la alegría. Ella está en el dolor.
Madre, novia y esposa, tríada del amor. Siempre presente para dar al hombre de su afecto el calor. Si cuando niño, si adolescente o en la edad adulta, ella está siempre presente como hado protector. Por eso:
Para cantarte, madre, necesito el acento
del agua cantarina, el arrullo de viento,
el trino de los pájaros de inimitable son,
las voces de los mares, el resplandor del rayo,
el lenguaje florido de este divino mayo
y la voz de la sangre que fluye en mi corazón.
Para ensalzarte, madre, las luces diamantinas
de todas las estrellas, como en rutas divinas
alumbran tus pasos en mágico esplendor;
porque... el hondo misterio de la vida concretas,
porque... tus palabras son cual voces de profetas,
porque... tú tienes el ritmo del purísimo amor.
Para decirte, madre, todo lo que tu nombre
significa en esencia, mi pensamiento de hombre
escanciará los goces de tu ternura impar
y sin lograr decirte lo mucho que te quiero
volveré a tu regazo maternal y sincero
y como ingenuo niño, me pondré a llorar...