Conocí al licenciado Salvador Sánchez y Sánchez en aquella famosa mesa del café de las doce, en el restaurante Apolo Palacio, feudo de Jorge Lambros y Demetrio Strimpópulos, a donde Emilio ?El Indio? Fernández, que era muy amigo del general Procopio Ortiz, acudía a saludarlo y me pedía lo acompañara.
Por entonces, en los años setentas, el licenciado Sánchez cubría un programa nocturno de entrevistas, en una estación televisora que tenía sus instalaciones en el cerro de las Noas y por ser Emilio Fernández un personaje notable en el medio cinematográfico lo invitó para que hablara sobre ese mundo fascinante del cine. Como siempre, me pidió que lo acompañara.
El Indio que era un mitómano que entreveraba en su conversación hechos ciertos y mentiras, con tal vivacidad, que por momentos él mismo no sabía diferenciarlos. Así que la entrevista resultó ágil y de sumo interesante. Y no recuerdo en qué momento mencionó el porqué de mi presencia y de mi afición al montañismo. Por ese detalle, don Salvador concertó para días después la entrevista con este escribidor. Muchas fueron las ocasiones en que conversé con esa brillante persona que en vida fue el licenciado Sánchez y Sánchez.
Ése es el antecedente de cómo lo conocí, pero además hace muchos años, desde febrero de mil novecientos ochenta y uno que Jorge Guajardo y Gabriela Sánchez, yerno e hija de don Salvador, ingresaron al Club Sembradores de Torreón, ganándose el aprecio y simpatía de todos sus consocios, quienes les expresamos las más sentidas condolencias.
En estos días últimos del año actual, déjame que repita el Ideario Sembrador, que su contenido es en sí un credo:
El Sembrador Cree
Y reconoce la existencia de un Ser Supremo, origen y motivo de cuanto existe en el universo y de quien recibió gratuitamente la vida.
Y acepta plenamente su naturaleza humana, sus atributos y responsabilidades para consigo mismo y con la sociedad.
Y defiende y proclama su derecho a la libertad, a la seguridad, a la prosperidad y sus creencias.
Y respeta los derechos de los demás que no lastimen y agravien sus propios derechos.
Y participa de las actividades y responsabilidades que le impone su convivencia humana y social.
Y practica sus creencias religiosas, pero respeta y acepta las creencias ajenas.
Y apoya incondicionalmente a la familia como centro único de amor y comprensión humana y factor respetable y respetuoso de la paternidad y maternidad responsable.
Y promueve la educación como elemento indispensable en las aspiraciones de nuestro ser pensante.
Y participa en la responsabilidad social de solidarizarse y promover a quienes no han recibido los dones que él ha recibido y luchar para que sus limitaciones sean superadas.
Y practica la amistad como expresión sincera del afecto que sus semejantes le inspiran, cuando creen y viven los mismos principios.
