?.... Mientras, busca tu surco, como pequeño grano y húndete quédamente en su negra humedad. Resurgirás, un día, vencedor de arcano, para la vida opima de luz y eternidad...??.
Carlos López Sosa, que fue al encuentro de su Creador el pasado 25 de diciembre, vivió como todo un señor: Hombre de éxito en los negocios, esposo y padre cariñoso, amigo muy estimado por su trato afable.
Por casi diez años, desde el 31 de octubre de 1984, fue miembro activo del Club Sembradores de Amistad de Torreón, en cuyos actos lo conocí como contertulio de su mesa, hasta que su estado de salud lo obligó a renunciar a su membresía.
Su recuerdo permanecerá por siempre en mi memoria, por su bondad, por su filantropía, pues sin que le fuera solicitado, fue de los primeros amigos que acudieron con su apoyo, cuando un malhadado accidente afectó al menor de mis hijos. Para su esposa Ana Josefa y su hijo Efraín, mis respetos con la expresión condolida del más profundo sentimiento.
El año 2003 llegó a su fin y ahora es el momento de dar la cara hacia el futuro. Acaso no todas nuestras metas fueron cumplidas. Quizá algunos proyectos fueron truncados.
Nuestro Club Sembradores de Torreón, no obstante que algunos de sus socios renunciaron o solicitaron permisos temporales para ausentarse, ha seguido en proceso ascendente en cuanto al número de sus socios; sin embargo su labor social se ha visto afectada, al cerrarse una de sus fuentes de ingresos económicos, como lo fue durante muchos años la administración de la Unidad Deportiva Nazario Ortiz Garza.
Tal vez las autoridades municipales no fueron debidamente informadas que el usufructo del manejo de la unidad era empleado, en primer término, en el mantenimiento adecuado de sus instalaciones y, satisfecha esa necesidad, el resto pasaba a formar parte de un fideicomiso, con cuyos intereses se otorgan becas a estudiantes en carreras profesionales tecnológica o universitaria. Tarea que en cierta forma es auxilio a la ingente obligación del estado en materia educativa.
Al transcurso de los años vamos comprendiendo que nada es estático, que todo tiene evolución, inclusive nosotros mismos vamos cambiando. Vamos tomando conciencia que nuestras obligaciones morales no se limitan a nuestro propio entorno, a satisfacer nuestro compromiso con la familia, sino que es nuestro deber proyectar nuestra misión hacia el prójimo, hacia la masa desválida.
Debemos permitir a nuestro yo interno que abra sus alas y vuele en pos de nuevos horizontes. Que halle los espacios para que acuda en apoyo del necesitado. Quizá nuestra palabra sea el lenitivo de una cuita. Acaso nuestra ayuda económica mitigue penas.
De nuestro ideario: ?El Sembrador cree y participa en la responsabilidad social de solidarizarse y promover a quienes no han sido bendecidos por los dones y oportunidades que él ha recibido y se compromete a luchar en la medida de sus posibilidades para que sus limitaciones sean superadas??.