Las relaciones entre México y Estados Unidos han estado por décadas cargadas de sentimientos negativos hacia los gobernantes norteamericanos que no han sabido o no han querido comprender a su vecino del sur.
Muy pocos funcionarios escapan a esta realidad, a nivel presidencial sólo John F. Kennedy y en menor medida Bill Clinton, gozaron de amplias simpatías entre la población mexicana.
De ahí en fuera la historia ha estado plagada de yerros, sinsabores y malos momentos de presidentes, secretarios y embajadores que han empeorado las relaciones de ambos países.
Uno de los más nefastos representantes fue John Gavin, quien a pesar de ser hijo de madre mexicana se mostró como el más arrogante y petulante de los diplomáticos asentados en suelo mexicano.
Pero existen también casos positivos que demuestran que a pesar de todo en Estados Unidos es posible encontrar amigos sinceros y efectivos de los mexicanos.
Hoy hablaremos de Jeffrey Davidow, ex embajador de Estados Unidos en México y ex subsecretario de Estado para América Latina, cuya amistad y buena voluntad hacia los mexicanos ha estado presente en sus distintos cargos públicos y académicos.
En su libro “El oso y el puercoespín”, Davidow expresa con mucha claridad la problemática de las relaciones méxicoamericanas.
El oso es el animal insensible y grandote que semeja a los Estados Unidos, mientras que de acuerdo a la óptica del Embajador, México es un puercoespín muy sensible y débil ante los embates de su poderoso vecino.
Como periodista he tenido la oportunidad de observar de cerca el desempeño de Davidow como diplomático y siempre me ha impresionado su profesionalismo y calidad humana.
Como embajador en Venezuela y luego como subsecretario de Estado para América Latina, su labor fue crucial para generar en tiempos de Bill Clinton una era de mayor respeto y cooperación entre su país y los nuestros.
Ya como embajador de México, Davidow logró lo que pocos diplomáticos han conseguido en ese intrincado mundo capitalino en donde las divergencias políticas entre los partidos hacen imposible una convivencia civilizada.
A pesar de los tradicionales “gringófilos” de la capital azteca, el embajador se hizo amigo de priistas, panistas y perredistas, pero además en distintas ocasiones realizó encuentros sin disputas entre sus principales actores.
Pocos saben que Davidow y su esposa cuentan con una de las colecciones de artesanías mexicanas más numerosas y diversificadas y que como pareja uno de sus principales hobbies es recorrer los pueblos mexicanos para conocer y adquirir sus artesanías.
Ahora Davidow está por cumplir un año al frente del Instituto de las Américas, una organización no lucrativa que forma parte de la Universidad de California en San Diego. Por cierto antes de llegar a este cargo rechazó la embajada de la India, al preferir seguir ligado al mundo latinoamericano.
En menos de un año el embajador ha organizado más foros, charlas y simposios en beneficio de México que muchas otras organizaciones binacionales e incluso mexicanas con sede en Estados Unidos.
En el Instituto de las Américas Davidow ha organizado reuniones con el canciller Luis Ernesto Derbez, con varios gobernadores mexicanos, ha promovido becas para periodistas mexicanos además de infinidad de inversiones para América Latina.
El lunes visitó al gobernador Eugenio Elorduy en Mexicali para emprender un plan de promoción económico regional, asunto que no le compete directamente pero que seguramente lo emprendió por su cariño con México.
Para la región fronteriza es un lujo tener a un personaje como Davidow que sí entiende, conoce y respeta a los mexicanos. Ojalá su estancia en el sur de California sea aprovechada al máximo por autoridades y organizaciones de ambas fronteras.
Comentarios a jhealy@diariolatino.com