EFE
MOSCÚ, RUSIA.- Científicos rusos, animados por los planes de Estados Unidos y Europa para la vuelta a la Luna y la conquista de Marte, anunciaron ayer un singular proyecto para simular durante casi un año y medio una misión tripulada al Planeta Rojo.
La “ventana” óptima para un vuelo desde la Tierra a Marte se abre una vez cada 15-17 años, cuando ambos planetas se acercan en sus órbitas uno al otro y los dos correspondientes períodos más cercanos se esperan para 2017-18 y en 2030-32.
El Instituto de Problemas Médico-Biológicos (IPMB) de la Academia de Ciencias rusa presentó ayer oficialmente su proyecto de imitación del vuelo a Marte de una tripulación de astronautas, que pasarán 500 días encerrados en un simulador de nave espacial.
Víctor Baránov, director adjunto del IPMB, dijo en una rueda de prensa que el proyecto, cuyos preparativos ya están en marcha y que ya ha tenido un precedente anual en la URSS en 1967-68, comenzará entre finales de 2005 y comienzos de 2006.
“Necesitamos ese plazo de un año y medio a dos años para modernizar la base científica y los equipos empleados en el experimento”, explicó.
Especialistas del IPMB calculan que el equipo humano movilizado para ese vuelo virtual a Marte deben integrarlo seis profesionales voluntarios, el número óptimo de tripulantes de la eventual misión al Planeta Rojo.
“La composición del equipo aún no está decidida”, indicó Baránov, mientras otras fuentes añadieron que Rusia colabora en este proyecto con la Agencia Europea del Espacio (ESA) y también acaba de invitar a tomar parte en el mismo a Estados Unidos.
Según expertos, la “tripulación marciana” debe estar formada por dos pilotos, un ingeniero de a bordo, dos científicos encargados de las investigaciones y un médico universal, capaz tanto de sacar una muela como de llevar a cabo complicadas intervenciones quirúrgicas.
Durante 17 meses, esos astronautas vivirán en condiciones más o menos similares a las de una expedición real a Marte en el interior de un conjunto de tres módulos espaciales de 400 metros cuadrados, con unas reservas de tres toneladas de agua y cinco de comida.
Los equipos técnicos reproducirán en las “bochcas” o barriles, como llaman por su forma a los simuladores de módulos espaciales, la composición del aire, la presión atmosférica y el nivel de ruido en la nave espacial, además de regenerar reservas de oxígeno y agua.
Los voluntarios en ese experimento -sobre el cual aún continúa la polémica sobre la posibilidad de incluir mujeres en la tripulación de prueba-, sólo podrán abandonarlo en el caso extremo de alguna grave enfermedad o bien una crisis psicológica.
En el curso del vuelo virtual, que durará el mismo tiempo que una misión real a Marte, no faltarán duras pruebas, incluidos simulacros de averías, para poner a prueba la capacidad de la tripulación para superar inesperados problemas técnicos y situaciones de estrés.
“La diferencia cardinal de un vuelo a Marte de otros actuales radica en que será autónomo, e incluso si sucede algo grave o un cosmonauta se sienta mal ya no será posible detener y hacer retornar la nave”, explicó el académico Anatoli Grigoriev, director del IPMB.
En una situación crítica, “la Tierra acudirá en ayuda, pero desde el cosmos lejano la señal tarda en llegar media hora, demasiado para un caso de emergencia, lo que nos plantea una tarea científica sin precedentes de acumular el máximo de conocimientos a bordo”, indicó.
Rusia, con su gran experiencia soviética de “longevidad orbital” y una sólida base científica sólo limitada por la escasez de fondos, ha acumulado un sólido historial de enfermedades en órbita y ostenta el récord mundial de permanencia.
El récord lo batió el médico Valeri Poliakov, quien entre el ocho de enero de 1994 y el 22 de marzo de 1995 sumó 437 días, 17 horas y 58 minutos a bordo de la legendaria estación orbital Mir, que pasó 15 años en el espacio pese a haber sido calculada inicialmente para sólo tres.