El país sufre 30 muertes violentas al año, lucha contra la delincuencia y enfrenta al Gobierno Federal con el regional.
EL PAÍS
BRASILIA, BRASIL.- En la favela de la Rocinha, la mayor de Río, la policía ha conseguido matar a Luciano Barbosa, llamado Lulu, el jefe de los narcos que controlaba en ella la venta de drogas.
¿Están felices sus moradores, que han vivido unos días de infierno y guerra? No. “Ahora estamos sólo en las manos de Dios”, afirman.
Temen que las bandas rivales del jefe asesinado emprendan nuevas acciones de terror para el control de la favela.
Por eso el entierro del narcotraficante el pasado jueves en Río parecía un entierro de Estado.
La favela cerró todas sus actividades. Cerraron escuelas y comercios y se alquilaron docenas de autobuses para asistir al entierro que acabó en tumulto.
Era una mezcla de miedo y de agradecimiento al gran jefe mafioso que “ayudaba a los más pobres de la favela”, decían con lágrimas algunos de sus moradores.
Mientras tanto, el Instituto Brasileño de Estadística y Geografía acaba de publicar los datos impresionantes de la violencia de los últimos 20 años en el país con un saldo de 30 mil muertes violentas por año. La palma se la lleva Río, seguida por Pernambuco, Espíritu Santo, São Paulo y Brasilia.
En estos 20 años, Brasil ha tenido más muertes violentas, unas 600 mil, que en toda la guerra de Argelia y más que todos los soldados americanos fallecidos en la guerra de Vietnam.
Violencia y pobreza
En Río, de cada 100 mil habitantes han sido víctimas de la violencia por arma de fuego 175, entre 15 y 24 años, y en total 200 por cada 100 mil. En el año 2002, el índice de muertes por arma de fuego fue de 91 por 100 mil, 13 veces mayor que la media de Estados Unidos, donde es de 5.5.
Entre Río y São Paulo, que reúnen el 18 por ciento de la población total, se concentra el 40 por ciento de la violencia nacional. En Río, el número de asesinatos entre 15 y 24 años es ocho veces mayor que la media del país.
También la Fundación Getulio Vargas acaba de publicar los últimos sondeos sobre la pobreza en Brasil, a la que se culpa del aumento de la violencia, sobre todo juvenil.
Los datos son escalofriantes: de cada tres brasileños, uno vive por debajo del umbral de la pobreza, con 25 euros mensuales por familia.
En la favela de la Rocinha, la media salarial por familia es de 110 euros y en los otros barrios de la ciudad de Río, de 800 euros.
Mientras tanto, ha surgido una nueva guerra entre el Gobierno del Estado de Río, presidido por el matrimonio Garotinho y el Gobierno Federal de Brasilia.
El Ejecutivo de Lula había ofrecido el Ejército para combatir la violencia de Río. El secretario de Seguridad, Anthony Garotinho, a pesar de haber declarado que Río no necesitaba a las Fuerzas Armadas y que la culpa de la violencia era del Gobierno Federal, aceptó que llegaran a Río unos cuatro mil militares, pero que deberían estar a sus órdenes.
El Gobierno ha rechazado su petición alegando que enviaría el Ejército sólo si las autoridades del Estado reconociesen su impotencia para hacer frente a la violencia. La familia Garotinho, es decir el secretario de Seguridad y su esposa la gobernadora, deberían confesar su fracaso.
Ahora bien, todo el mundo sabe que Garotinho quiere disputar a Lula en 2006 de nuevo la Presidencia de la República. Garotinho, de 40 años, se ha pasado al PMDB, el partido centrista que apoya al Gobierno. Esta formación es la que cuenta con más implantación nacional y podría, si cambian las cosas, querer concurrir en 2006 con candidato propio. No era difícil, pues, ver en la pugna Río-Brasilia una guerra también política.