En su discurso de aceptación como candidato demócrata a la Presidencia, John Kerry aborda temas dfe seguridad.
EL PAÍS
Boston, EU.- John Kerry, ya oficialmente candidato demócrata a la presidencia de EU, necesita que el país le conozca mejor. Para ello, la Convención coronó anoche al candidato, y el propio Kerry hizo su primera gran entrada en los hogares de los norteamericanos. “Quiero compartir con todos ellos mi visión de cómo vamos a hacer a este país más fuerte aquí y más respetado en el mundo”, dijo, horas antes de pronunciar su discurso, dominado por los retos de la seguridad nacional. El candidato dejó ayer Boston y se lanzó a una gira de dos semanas por todo el país.
Kerry vivió anoche -para acudir a la habitual expresión, que seguramente es cierta- el momento político más importante de su vida: el intento de definir nacionalmente su carácter y sus principios más allá de lo que todos saben, que fue un héroe en Vietnam y que lleva 19 años en el Senado. Los republicanos han aprovechado sus innumerables votaciones en estos años para pintarle como un oportunista, y más de la mitad de los norteamericanos no tiene una idea clara de qué tipo de persona es y cuáles son sus propuestas, porque en los últimos meses ha habido demasiadas y ha faltado, en cambio, un mensaje simple, una idea clara con la que se le pueda identificar. Por eso el candidato dedica todos los esfuerzos a presentarse como un líder fuerte y seguro, capaz de dirigir al país en tiempos de guerra contra el terrorismo sin caer en las divisiones nacionales e internacionales causadas por Bush. Siete altos jefes militares retirados subieron el miércoles al escenario para consolidar la imagen de comandante en jefe que necesita Kerry. La seguridad nacional -Irak, la lucha contar el terrorismo y las armas de destrucción masiva- y la recuperación del prestigio de EU en el mundo iban a ocupar más de la mitad del discurso, según fuentes cercanas al candidato. El miércoles por la noche, John Edwards, candidato a la vicepresidencia, ya anticipó las líneas básicas al hablar de Kerry como un hombre “fuerte y capaz de tomar decisiones” que “conoce la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal”. El nuevo presidente, dijo, “reforzará nuestras alianzas”, “hará de Irak un país estable y democrático” y trabajará para eliminar “nuestra peor amenaza: que los terroristas pongan sus manos en las armas químicas, biológicas o nucleares”. En el flanco en el que aún Bush tiene más confianza entre los electores que Kerry -el de la firmeza y la lucha antiterrorista- Edwards no dejó lugar a dudas: “El mensaje debe ser claro e inconfundible para Al Qaeda y los demás terroristas: no podéis huir, no podéis esconderos. Os destruiremos”. Edwards, que goza de la telegenia, el encanto y la oratoria que tanto le cuestan a Kerry, anticipó que en las próximas semanas se intensificará la campaña de publicidad negativa contra Kerry: “¿No estáis hartos ya de eso?”, preguntó, para lanzar luego una versión renovada del mensaje que más le gusta, el de la superación de las dos Américas -la de los más favorecidos y la del resto- y la promesa de esperanza. “Cuando habléis con vuestros hermanos y os cuenten que a pesar de trabajar todo el día les cuesta llegar a fin de mes, decidles que se acerca la esperanza… Cuando vuestros padres os digan que no pueden más de facturas médicas, decidles que se acerca la esperanza… Cuando vuestros vecinos os cuenten que trabajan duro para que su hija vaya a la universidad, decidle que se acerca la esperanza… Y cuando habléis con vuestros hijos o hijas que están en el Ejército, protegiendo nuestras libertades en Irak, decidles que se acerca la esperanza”. A esas alturas, la convención entera gritaba el lema con Edwards, que recordó al mejor Clinton en sus palabras finales, ya en el delirio al que lleva el populismo de mejor factura: “Elegimos la esperanza sobre la desesperación, las soluciones en vez de los problemas, el optimismo y no el cinismo (…) Porque John Kerry y yo creemos que, en nuestra América, la familia en la que se nace y el color de la piel que se tiene no pueden jamás controlar el destino de nadie”.
Entre juego y celuloide
Además de ser vital para sus aspiraciones que sus compatriotas le vean como un líder fuerte, Kerry necesita también mostrarles su lado humano. En ocasiones robótico y distante, el candidato ha tratado de fabricar en Boston una imagen personal más cálida, más humana, para ganarse la confianza del electorado indeciso. Parte de ese esfuerzo se materializó en la intervención de sus hijas, Vanesa y Alexandra, y del hijo de su mujer, Andre Heinz. Además, antes de su discurso los delegados vieron un documental de nueve minutos y medio especialmente hecho para la convención por el cineasta James Moll, ayudado por Steven Spielberg, en el que se pudo contemplar al soldado heroico de Vietnam -14 de sus camaradas de armas subieron al escenario para reforzar el mensaje-, pero también al hombre de familia y al líder político.
Horas antes de su intervención, Kerry, siempre pendiente de todos los detalles, visitó por sorpresa el escenario para familiarizarse con el podio -que sube y baja según la altura del orador- y con la inmensa sala en cuyo techo se almacenaban desde el primer día miles de globos blancos, rojos y azules para la apoteosis final. Acompañado por los productores y responsables de la convención, Kerry se paseó por el escenario y oteó el panorama. Con 5,000 sillas vacías delante y ante unas decenas de periodistas, técnicos y voluntarios sorprendidos por su aparición, probó los micrófonos: “Miembros del cuarto poder, os he convocado hoy aquí para deciros que vuestro reinado ha concluido”, bromeó el candidato, que estaba relajado y de excelente humor. “Esto es impresionante. ¿Podemos hacerlo ahora mismo?”, dijo, y, para satisfacción de las cámaras presentes, hizo como que hablaba y gesticulaba en pleno mítin, diez horas antes de su gran momento.