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Arrecia la violencia urbana

José Santiago Healy

GUATEMALA.—Un fin de semana en este país amigo fue suficiente para confirmar que la violencia urbana es un gravísimo fenómeno que se extiende sin control por toda la América Latina.

En los últimos días la prensa guatemalteca dio cuenta de una balacera entre ladrones con saldo de un muerto; de la ejecución de la madre, un hermano y dos hijas de un afamado capo asesinado en 2002 y de una emboscada para ultimar a un hombre de 37 años y su esposa y dejar heridas a cuatro personas más.

Estos sucesos se suman la oleada de violencia que sacude a los guatemaltecos y que durante el primer semestre del año arrojó un saldo de más de dos mil muertos.

Los crímenes de mujeres sumaban 352 hasta el 15 de septiembre, la mayoría de ellos vinculados al narcotráfico, las pandillas juveniles y a los asuntos pasionales.

El lunes los presidentes Óscar Berger de Guatemala y Antonio Saca de El Salvador hablaron de este serio fenómeno que aqueja a la región pero lamentablemente ninguno fue optimista con respecto a los resultados de las acciones emprendidas.

Saca mencionó que en su país se aplica “súper mano dura” en contra de la Mara Salvatrucha que asuela a Honduras, Guatemala y recientemente al sureste de México. Pero reconoce que sus integrantes son tan sanguinarios y violentos que no es fácil su control.

La Mara Salvatrucha surge en los noventa en Honduras con migrantes deportados de Los Ángeles, California. Poco después los salvadoreños forman su propia organización que lleva el mismo nombre y que ahora se extiende por Guatemala, México y Estados Unidos. Están integradas por jóvenes desadaptados, hijos de familias desintegradas y muchos de ellos nacidos durante la guerra civil salvadoreña que dejó a miles de niños huérfanos de padre o de madre.

A estas agrupaciones se suman ex guerrilleros centroamericanos, drogadictos y delincuentes ligados al tráfico de indocumentados, el robo de vehículos y el narcotráfico.

Sólo en Honduras se calcula en 32 mil el número de pandilleros que se adueñan de barrios a través de la extorsión y el crimen en contra de los vecinos.

La proliferación de armas es otro ingrediente para este explosivo cóctel que amenaza a las incipientes democracias centroamericanas.

En Guatemala circulan alrededor de 1.8 millones de armas pequeñas que ocasionan el 80 por ciento de las muertes violentas. En 2003 el número de tales decesos superó los tres mil.

El presidente Berger ha puesto en marcha infinidad de operativos policíacos y militares desde que inició su Gobierno, pero con magros resultados. Al contrario, pareciera que entre más se aprieta más violencia se desata.

Recientemente apareció un cadáver de un joven con un mensaje pegado en tela adhesiva que advertía: “Señor Presidente: si siguen persiguiendo a los pandilleros seguiremos matando gente”.

Aunque los actores y las circunstancias son distintos, lo cierto es que este clima de violencia que sacude con fuerza a las urbes centroamericanas no dista mucho de lo que ocurre en el Distrito Federal, Guadalajara, Tijuana, Culiacán y Ciudad Juárez, por citar algunas ciudades mexicanas.

Lamentablemente observamos que los métodos para combatirlo tampoco han dan los resultados esperados ni existe una efectiva coordinación entre los Gobiernos de la región a fin de establecer acciones contundentes.

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josahealy@hotmail.com

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