Una lamentable tragedia es la que azota a los habitantes de la colonia Leticia Herrera de la vecina ciudad de Gómez Palacio, Durango. Se trata de un asentamiento irregular de ciudadanos que por carecer de vivienda, son víctimas de la dinámica perversa de las invasiones de terrenos, que provoca la pobreza, la ambición de líderes sin escrúpulos y desde luego, la falta de cuidado de las autoridades.
La condición precarista de los afectados los llevó a conectar la energía eléctrica por medio de procedimientos y materiales inadecuados; se produjo un cortocircuito y enseguida un incendio. La conflagración se propagó con rapidez alimentada por el cartón y la madera de la que están hechas las casas, con riesgo de la vida y la salud de los moradores y con resultado de pérdida de sus pocos bienes, apenas indispensables para satisfacer sus necesidades básicas.
El problema deriva de una falta de política de vivienda que no puede ser objeto de excusa por escasez de recursos, pues a la postre no existe morada más cara para el habitante y las autoridades, que la que se construye y ocupa en forma irregular. Un riesgo semejante está latente en Torreón, en una superficie de ochenta hectáreas aledaña al bulevar Laguna que fue invadida el año pasado, sin que hasta la fecha hayan hecho algo al respecto ni las autoridades estatales ni las municipales.
En efecto, la denuncia por el despojo sufrido por los propietarios del inmueble fue objeto de comentario periodístico en su momento, hasta que la indiferencia de la Procuraduría de Justicia de Coahuila sepultó el caso en el olvido. Ya emergerá en ocasión de un incendio o cualquier otro fenómeno de la naturaleza o del descuido del hombre, que haga presa de la vida, la salud o los bienes de las víctimas potenciales.