Al menos cuarenta y una víctimas mortales y 150 personas heridas graves es el balance del atentado llevado a cabo ayer contra una procesión de musulmanes shiies en Quetta, cerca de la frontera con Afganistán.
El ataque se produjo contra una procesión de miles de fieles, que celebraban el día más importante del culto shii, llamado Achura.
El número de muertos podría aumentar en las próximas horas, según declaraciones de médicos que atienden a los heridos en los hospitales civiles de la zona pakistaní.
Cuando los fieles esperaban en un cruce céntrico de la ciudad, una explosión seguida de una ola de disparos sembró el caos entre la multitud.
En un primer momento los heridos fueron llevados a la mezquita o a domicilios particulares y poco a poco trasladados a los centros sanitarios.
El atentado provocó la furia de algunos shiitas, que incendiaron tiendas, bloquearon calles con la quema de neumáticos y atacaron una estación de televisión.
Después de dispersar a los autores de los disturbios con gases lacrimógenos, se impuso el toque de queda, con el despliegue de soldados y paramilitares. Con todo, la situación en la zona sigue siendo tensa.
El Gobierno pakistaní había reforzado las medidas de seguridad con motivo de esta fiesta religiosa, para prevenir incidentes violentos entre la mayoría suní y el grupo minoritario shii, que suma un 20 por ciento de la población de los 150 millones de habitantes de Pakistán, de abrumadora mayoría musulmana.
El presidente pakistaní Pervez Musharraf condenó el ataque y encargó a las autoridades responsables tomar las medidas necesarias para llevar a los culpables ante la justicia.