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Atribulada

Miguel Ángel Granados Chapa

Ya había, el martes 27 de junio, suficientes ingredientes para que la mezcla política en Oaxaca resultara peligrosa, cuando ese día se agregó el de la sangre: Serafín García Contreras, un profesor jubilado de Huautla de Jiménez, fue golpeado con fiereza, hasta causarle la muerte, en el marco de la contienda electoral.

En sí mismo, el proceso político había venido configurándose como un problema delicado: la encuesta de preferencias electorales que realizó el grupo Reforma entre el 16 y el 19 de julio, mostraba un insólito empate entre los dos candidatos principales: Si hoy hubiera elecciones para Gobernador del Estado, preguntó el sondeo dos semanas antes de que en efecto ocurra el acontecimiento, ¿por quién votaría? Cuarenta y siete punto cinco por ciento contestó que por Gabino Cue. Y exactamente el mismo porcentaje: cuarenta y siete punto cinco respondió que lo haría por Ulises Ruiz. (Un tercer candidato, el ex diputado y ex senador perredista, Héctor Sánchez, postulado por una minúscula Unidad Popular, llega apenas a cinco por ciento).

Hasta hace pocos años, Ruiz y Cue fueron compañeros de partido, si bien pertenecían a grupos diferentes dentro del PRI. No sólo ese rasgo los diferenciaba: Ruiz nació en Chalcatongo de Hidalgo en 1958 y comenzó su carrera política apenas egresó de la Facultad de Derecho de la UNAM. Cue nació ocho años después en la capital oaxaqueña y estudió economía en el Tec de Monterrey y luego hizo estudios superiores en la Universidad Complutense de Madrid.

Ruiz fue un activo delegado priista en varias entidades y en 1989, como subsecretario de elecciones, coincidió en el comité nacional del PRI encabezado por Luis Donaldo Colosio con Roberto Madrazo, secretario de organización y José Murat, de relaciones internacionales. Volvió a Oaxaca en 1992 como diputado local y lo fue en la Cámara federal de 1997 a 2000, año este último en que fue elegido senador, como segundo lugar en la fórmula priista a cuya cabeza estaba Miguel Sadot Sánchez Carreño. Poco antes, en 1999, Ruiz había sido la mano derecha de Madrazo en la contienda por la candidatura presidencial, que ganó Francisco Labastida. Y volvió a serlo, esta vez con mejor resultado, en el proceso al cabo del cual Madrazo obtuvo la presidencia nacional del PRI. Con el apoyo del tabasqueño y con el de Murat, Ruiz consiguió que uno a uno sus adversarios dentro del PRI se hicieran a un lado y él quedara investido como candidato de unidad, posición en que fue también apoyado por el PT y el PVEM, para constituir la coalición Nueva Fuerza Oaxaqueña.

Cue, por su parte, al volver de España se incorporó al grupo del ex gobernador, Jesús Martínez Álvarez, que desempeñaba un cargo al lado del regente, Manuel Camacho.

Cuando el equipo camachista se desintegró por la decisión de Salinas de postergar al jefe del DDF, Cue regresó a Oaxaca y se adscribió al grupo del gobernador, Diódoro Carrasco, de quien fue secretario lo mismo en la gubernatura que en la Secretaría de Gobernación. En los últimos meses del gobierno de Zedillo, Cue despachó como subsecretario.

Después de la derrota priista volvió una vez más a Oaxaca, a sabiendas de que la antigua y creciente animadversión de Murat a Carrasco lo alcanzaba y le impediría progresar políticamente en el PRI. De modo que emigró a Convergencia. Su antiguo jefe, Martínez Álvarez, había hecho lo mismo con antelación y por ese entonces, 2001, era el secretario general del partido presidido por Dante Delgado. Debido a los muchos agravios que Murat infirió a lo largo de su Gobierno a los más diversos sectores, cuando Cue fue candidato por Convergencia a la alcaldía de la capital, pudo imponerse a los diversos aspirantes auspiciados por el Gobernador y convertirse en Presidente Municipal.

Desde allí consiguió Cue el apoyo conjunto del PAN y PRD, obtenido en momentos en que se agudizaban las diferencias entre esos dos partidos. Quedó entonces planteada no sólo una disputa entre grupos del PRI, sino también entre grandes corrientes de la política oaxaqueña, entre la modernización y el autoritarismo. En la perspectiva interna, la división se ha ahondado por las acusaciones de Murat y Ruiz a Carrasco, pues acaso por su propia relación simbiótica juzgan imposible que el ex Gobernador sea ajeno a la candidatura de su antiguo colaborador. Por añadidura, también en el ambiente electoral se manifestó el ya añejo antagonismo de Murat y Elba Ester Gordillo. La compacta diputación oaxaqueña (el PRI ganó en julio pasado la elección en los 11 distritos federales) fue factor determinante en la caída de Gordillo del liderazgo camaral. Y ahora ha sido solicitada su expulsión del PRI, acusada de apoyar con recursos políticos y financieros a la candidatura contraria a la del partido del que sigue siendo secretaria general.

El 18 de marzo pasado, Murat apareció como víctima de un atentado a balazos, en que lo único cierto es la muerte de un agente policíaco. Su sangre, vertida en el equívoco episodio, no ha sido por desgracia la única. Un intolerante Frente Único Huautleco, decidió que Ruiz no realizara el martes un mitin en Huautla de Jiménez y al romper el cerco que lo impedía, los agresivos partidarios del candidato priista generaron una gresca en que una persona murió y muchas quedaron heridas. Es asombroso que en una entidad surcada por innumerables conflictos locales sólo allí estallara la violencia letal. Es preciso, por supuesto, que no se reproduzca, aunque garantizar la cordura es difícil cuando se carece de ella.

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