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QUITO, ECUADOR.- La participación de niños en conflictos armados se está incrementando nuevamente en América Latina por la exacerbación de la violencia y la impunidad que rodea a ese delito, informó ayer un organismo de la Organización de las Naciones Unidas.
La existencia de los “niños soldados” parecía destinada a ser parte del pasado tras la resolución de los sangrientos conflictos que estremecieron a la región en las décadas de los setenta y ochenta, pero el fenómeno se ha visto alentado por la criminalidad, el narcotráfico y brotes de insurgencia.
“Sigue (...) no dentro de un conflicto armado tradicional sino dentro de la conflictividad de la violencia generalizada”, dijo en Quito el representante para la región del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés), Nils Kastberg, durante la presentación de una campaña informativa sobre ese fenómeno.
La principal preocupación continua sigue siendo Colombia, donde, según organismos de derechos humanos, al menos 11 mil menores de 18 años son obligados a militar en los escuadrones de ultraderecha o guerrillas que se enfrentan en el país desde hace cuatro décadas.
Kastberg indicó que el organismo no ha encontrado voluntad para discutir con los grupos irregulares colombianos la desmovilización de estos menores, quienes pueden ser víctimas de abusos sexuales o ser obligados a cometer atrocidades y asesinatos en el marco del conflicto.
Las partes del conflicto incluso mantendrían dentro de sus filas a menores ecuatorianos y otros países vecinos de Colombia, dijo Kastberg.
La Unicef ha recibido reportes que el guerrillero Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) entrena a menores mexicanos para eventuales combates tras separarlos de sus familias, especialmente en el estado de Chiapas.
Perú y Bolivia podrían ver una situación similar por el repunte de los grupos insurgentes de izquierda, dijo Andrés Vázquez, coordinador regional de la coalición para acabar con la utilización de niños soldados.
En los países afectados por el narcotráfico, como Brasil, Colombia y Perú, los niños no sólo son integrados a la red de producción de los estupefacientes sino también a Ejércitos privados, algunos urbanos, lo que los coloca en la primera línea de defensa de ese ilícito negocio.
Por su parte, Centroamérica padece programas ineficientes de desmovilización de los niños que combatieron en las guerras internas y del aumento de las pandillas o “maras” que involucran a menores pobres en actividades delictivas y violentas.