Es hora de que el PRI empiece a quejarse del autoritarismo del Gobierno panista, así como el PAN se quejaba en el pasado del estilo mandón que era usual en la política mexicana en el período 1929–2000, sólo por mencionar sus últimos tiempos.
El autoritarismo resultaba entonces una práctica constante en los líderes del Partido Revolucionario Institucional, los presidentes de la República, los secretarios de Gobernación y en el resto del gabinete presidencial. Los dirigentes de la nación procedían de la Revolución Mexicana, un sangriento pasado en que la civilidad, el diálogo y la tolerancia resultaban imposibles, tanto en la etapa propiamente posrevolucionaria como en la llamada “institucional”, si bien en esta última se vería una tenue mejoría de formas. Para 1946 el civilismo había sentado sus reales en México, al discriminar a los militares del acceso al poder presidencial; no así a las gubernaturas de los estados, que se conservaron como un colchón para suavizar las caídas de los generales que significaban un riesgo de futuras rebeliones contra el poder constituido.
El diccionario Unesco de Ciencias Sociales define autarquía, autocracia, autoritarismo y autoridad. Todos son términos relativos, pero se diferencian por el ámbito y la intensidad de su ejercicio. La “autarquía” se explica como el poder de una persona o de un país para gobernarse a sí mismo. De la “autocracia” destaca el significado de su palabra raíz: “autokrateia” que califica el Gobierno de un individuo sobre otros: la voluntad de una persona se convierte en Ley de todas. El “autoritarismo” resulta más complejo, dada su relación con sucesos políticos, de discriminación racial o de minorías y tiene derivaciones psicológicas de temor o miedo y de reacción ante los liderazgos carismáticos o de exposición a efectos punitivos de todo tipo. Los funcionarios autoritarios son obsecuentes frente a los superiores y arbitrarios ante los inferiores. Finalmente el término “autoridad” (del latín actuoritas) se entiende, según Juan Corominas, desde su etimología “algo así como una cualidad creadora de ser y de progreso”.
La forma poco política, desaseada y ofensiva con que el Jefe del Poder Ejecutivo Federal censuró urbi et orbi al ministro de Energía, define a Fox como un ser autoritario y en el fondo no lo es, ni se lo ha propuesto. Recordemos que durante su campaña por la Presidencia de la República el nefasto autoritarismo de los mandatarios priistas era uno de sus temas preferidos. Pero quizás durante la semana pasada -tratamos un suceso más o menos viejo– experimentó una de las frecuentes impaciencias en el ejercicio del poder que le acometen y no contuvo las ganas de decir lo que pensaba y así echó de su ronco pecho, por sí mismo o inducido por dos de los precandidatos del PAN que están más cerca de su oficina y de su afecto.
Quien haya tenido una mínima experiencia en el manejo de situaciones parecidas coincidirá en que 1) El señor Presidente pudo haber usado previamente su autoridad ante el gobernador de Jalisco y el secretario de Energía para razonar con ellos la inconveniencia del evento político de que se trata y solicitar su cancelación. 2) Si les habló y no fue obedecido, es que ignoraron su autoridad para suspender un acto político considerado inoportuno, pero que les importó más la reivindicación de su propio derecho a expresar su interés en las elecciones de 2006 y su adhesión a una precandidatura, la de Calderón Hinojosa. Y 3) El autoritarismo evidenciado por Fox en su salida de tono y la gana de imponer sus propios tiempos al proceso preelectoral, –el procedimiento electoral está escrito en la Ley– dio la mala idea de que el Presidente no está suficientemente informado o no está convencido, sobre su desempeño de árbitro en la conducción de la política nacional.
Ahora que, viendo otras cosas del acontecer económico, más que cualquier anécdota política, a los mexicanos nos importa más, averiguar el cómo y el porqué de ese injusto comportamiento de Pemex perpetra contra todos nosotros, cuando baja el precio del crudo a Estados Unidos pero sube el precio de las gasolinas a los dueños del carburante mexicano. Este sí es un autoritarismo calificado, insultante y excesivo. La paciencia se acaba…