a diez años del inicio del Tratado de Libre Comercio para América del Norte el balance para México ha sido muy positivo.
En 1993 las exportaciones de México representaban el 13 por ciento del Producto Interno Bruto, en 2003 fueron el 24.4 por ciento del PIB.
En cantidades, México exportó en 1993 productos manufacturados por 41, 685 millones de dólares. En 2003 ese tipo de exportaciones fue de 128, 786 millones de dólares.
En exportaciones agroalimentarias, en 1993 México exportó 3, 328 millones de dólares, en 2003 5, 646.5 millones.
En 1993 la Balanza Comercial de México con Estados Unidos tuvo un déficit de 1,663 millones de dólares, en 2003 tuvo una ganancia de 34,452 millones.
Estas cifras manifiestan un crecimiento acelerado de algunos sectores económicos, pero hay otros que han quedado muy rezagados. En buena parte este hecho se debe a la falta de planes de largo plazo que ha caracterizado a la política económica del país. En el Tratado se concedieron a México privilegios arancelarios y de otro tipo para permitir que desarrollara sus sectores atrasados y los hiciera competitivos. Tuvimos diez años para hacerlo, pero los desperdiciamos. La legislación y los apoyos económicos fueron para la exportación, y a eso se debe el enorme repunte que México ha tenido en ese sector, pero no hubo el equivalente para favorecer a impulsar el desarrollo interno. De acuerdo con lo que firmamos en el Tratado, a los diez años se suprimirían los privilegios que Estados Unidos y Canadá nos otorgaban, en la inteligencia de que en esos diez años, México desarrollaría los sectores atrasados, haciéndolos competitivos. La prueba de la factibilidad del proyecto lo tenemos en la industria automotriz. A partir del primero de enero de este año, se abrió la frontera a la importación sin aranceles de automóviles americanos y canadienses de cualquier tipo con la condición de que el 65 por ciento del valor del automóvil sea fabricado en los países del Tratado. No hay peligro de que suframos la invasión de automóviles extranjeros, pues si al precio de lista americano o canadiense, le añadimos los impuestos que en México pagan los automóviles nuevos, el precio de los automóviles importados es equivalente al precio de los autos fabricados en el país. Somos competitivos.
Al contrario, en el sector alimenticio tenemos dificultades. Hace diez años producir carne de res, de cerdo o de pollo era más barato en Estados Unidos o en Canadá que en México, y sigue hoy siendo más barato. El sector de carnes en México está amenazado, porque al eliminar los aranceles, la carne de los otros dos países del Tratado resultará más barata que la producida en México. En estos diez años, con nuestro sistema de producción atrasado quedamos fuera de mercado. Los productores mexicanos piden ahora que se proteja el mercado nacional, renegociando el Tratado o continuando con los aranceles, ¿no sería mejor que tecnificando la producción pudiéramos tener carne mexicana al mismo precio que la americana? Tanto más que la renegociación resulta prácticamente imposible, pues tanto Estados Unidos como Canadá están dispuestos a renegociar, pero todo el Tratado, y no sólo los rubros en los que México tiene desventaja, no se trata de un capricho. El Tratado de Libre Comercio es una ley internacional tanto en Estados Unidos como en Canadá, y de acuerdo con la legislación de ambos países si se necesitan cambios, se debe discutir toda la Ley.
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El Gobierno americano acaba de dar un vuelco de 180 grados en su política migratoria.
El presidente Bush, anuncia cambios drásticos, muy favorables para los migrantes.
No era posible seguir ignorando la existencia en el país de 12 millones de ilegales. La ausencia de reglas claras creaban un ambiente de opresión y rechazo, pero, en opinión de especialistas, una política de expulsión masiva de ilegales colapsaría la economía americana. No habría personal suficiente para reemplazar los puestos de trabajo que quedarían vacantes con expulsiones masivas, y, además, un endurecimiento migratorio, de ninguna manera pararía el flujo de trabajadores que arriesgando hasta su vida, como está sucediendo, intentarían seguir ingresando en la Unión Americana.
La lucha que tiene Bush para que el Congreso vote los cambios que está proponiendo va a ser muy dura, ya que hay un núcleo de congresistas que por su postura tradicional se oponen radicalmente a los cambios, pero, además, muchos analistas consideran que la oposición en el Congreso también se alimenta con la convicción de que los cambios que Bush está proponiendo tiene como meta indirecta conseguir el voto de los “hispanos”, como en Estados Unidos llaman a los latinoamericanos, para reelegirse en noviembre.
El proyecto de Ley tiene fundamentalmente dos propuestas:
Un programa para extranjeros que no están en Estados Unidos, mediante el cual con una visa de trabajo, podrían ingresar al país por tres años, al final de los cuales podrían gestionar la residencia.
Para los trabajadores ilegales que ya están en Estados Unidos se les ofrecería una visa especial de trabajo temporal, con posibilidades de conseguir al final la residencia e incluso la nacionalidad. Para evitar que se considere que se está favoreciendo a quienes burlaron la Ley al ingresar ilegalmente, tendría que pagar una multa para conseguir la visa.
Es necesario esperar algún tiempo para ver en qué forma se concreta este nuevo proyecto.