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Balance y reto/Archivo adjunto

Luis F. Salazar Woolfolk

El año que termina nos ofrece la oportunidad de hacer un balance sobre la situación por la que pasa nuestro país y de manera especial en el rubro de la política, en el que se viven las mayores turbulencias.

Si algo nos ha enseñado a los mexicanos el proceso de transición a la democracia plena, es que no hay paraísos en la Tierra. Por ello la caída del régimen de partido de Estado, por obra y gracia de la voluntad popular recogida en las elecciones del año dos mil, planteó una serie de interrogantes que hasta hoy no hemos podido resolver.

El marco de referencia que antes existía se ha ido desdibujado paulatinamente, para dar paso a otro que aún no termina de configurarse. Ello dificulta la posibilidad de hacer el obligado balance anual sobre el desempeño de nuestros políticos que en su mayoría padecen un desconcierto similar al que azora a la sociedad en su conjunto.

Si pretendemos hacer un balance de Vicente Fox como presidente de la República y sometemos su actuación a los criterios que utilizábamos para juzgar a quienes lo precedieron, toda comparación resulta inadecuada.

Se trata de un presidente que ha dado muestras de someterse al principio de legalidad que por otra parte, es acotado por la mayoría de la oposición en el Congreso y por una conferencia de gobernadores que con razón, demandan la vigencia plena del federalismo constitucional y financiero, que durante tanto tiempo fue letra muerta.

Si juzgamos a nuestros legisladores sucede algo parecido. Los diputados del Partido Revolucionario Institucional han pasado de una condición histórica como “levantadedos” al servicio servil y acrítico del Poder Ejecutivo, a una nueva condición como impugnadores sistemáticos de la política del Gobierno, asumiendo con ello un papel que por lo visto no terminan de prender.

Los diputados del Partido de la Revolución Democrática han caído en un juego perverso que los sitúa entre ser comparsas del PRI y el extremismo, en tanto que los diputados del Partido Acción Nacional pasaron de la oposición responsable y por momentos heroica del pasado, a la parálisis.

La falta de funcionalidad en la relación entre los poderes Legislativo y Ejecutivo, es el resultado de que los partidos olvidando su naturaleza esencial como organizaciones de ciudadanos, privilegian sus intereses sobre los de la sociedad como un todo superior.

El escenario de fin de año muestra un lamentable enfrentamiento de la Cámara de Diputados con la Suprema Corte de Justicia, que incluye la asesoría de algunos eminentes abogados como es el caso de Ignacio Burgoa Orihuela. En forma también desconcertante, el maestro abandona una trayectoria académica de sesenta años en los que defendió a capa y espada la preeminencia del Poder Judicial Federal como máximo intérprete de la Constitución, a perseguidor de los Ministros de la Corte para quienes pide juicio político.

Sin embargo de las reflexiones que anteceden, resulta pertinente enfocar la crítica a nuestro Gobierno, nuestros partidos, nuestros políticos y hasta de nuestros intelectuales, bajo la premisa de que nos guste o no, son la materia prima con la que contamos los mexicanos para acometer nuestro futuro y no tenemos otros a nuestro alcance, ni la solución a nuestros problemas vendrá de fuera.

En tal entorno, es preciso reconocer lo conseguido hasta ahora e ir por más. Baste considerar que en sólo diez años hemos pasado de la etapa de los homicidios políticos en serie a la fase de las discusiones bizantinas en que hoy día se entretienen nuestros políticos, para reconocer en esto un avance o al menos un mal menor.

Falta mucho por caminar y al efecto, debemos concretar por lo menos un propósito para enfrentar el reto político que el año nuevo nos depara.

Con cargo a la sensibilidad que ha demostrado la sociedad en materia electoral en los últimos tiempos, toca ahora exigir a los partidos políticos que entre sus candidatos potenciales propongan los más moderados, que hagan converger en el centro las diversas visiones que del país ha puesto en juego la pluralidad. Lo anterior porque en efecto, el enemigo a vencer en el aquí y ahora de México, es el extremismo.

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