Para empezar no habría que olvidar que por naturaleza ideológica, ambos presidentes son de origen radicalmente opuesto: republicano el estadounidense, laborista - socialdemócrata- Blair.
Una cosa es segura: en el asunto de Irak, Tony Blair está dispuesto a tomar sus propias decisiones por encima del Parlamento Británico y aun sobre la decisión de sus correligionarios laboristas que le increparon hace apenas unos días para que sometiera al voto del Parlamento el despliegue militar en el suroeste de Bagdad.
Las críticas internas a la participación británica en apoyo a las tropas estadounidenses en Irak han sido permanentes desde que se decidió el envío de militares al contingente aliado que, según se afirmó al principio, acudía en auxilio de ese país para salvarlo de las garras del malvado Saddam Hussein quien, también se argumentó, almacenaba un buen número de armas de destrucción masiva con las que arrasaría a la humanidad y por tanto, ésta debía ser salvada... Lo cierto es que, independientemente de los valores negativos del ex dictador iraquí y de que no se encontró el famoso armamento maligno, la posguerra en Irak le ha salido bastante más cara de lo que tanto Bush como Blair imaginaron; por lo menos esto es así en lo político.
Para empezar no habría que olvidar que por naturaleza ideológica, ambos presidentes son de origen radicalmente opuesto: republicano el estadounidense, laborista - socialdemócrata- Blair.
Sin embargo, ello no obstó para que su alianza los llevara a mantenerse firmes a la decisión de colaborar en una tarea que para el resto de la humanidad ya es una carga pesada, independientemente de si están de acuerdo o no con la intervención ahí, no obstante, esa alianza, a pesar de la diferencia ideológica es algo que no todos olvidan.
Pero si bien fuera de Inglaterra las críticas europeas a Blair han sido consistentes, en virtud de que precisamente la Unión Europea ha decidido mantenerse a distancia de los procedimientos militares -con excepción de la posición española que le costó la Presidencia a los conservadores de Aznar-, también es cierto que contra viento y marea el Gobierno británico se mantuvo firme en su decisión de apoyar a Bush en su lucha personal contra el terrorismo internacional en Irak, lo que ha significado que, a la fecha hubiera 68 muertos británicos en contra de 1,062 estadounidenses.
Pero las cifras así dichas son engañosas, porque en tanto que para el Gobierno estadounidense sus muertos son parte del sacrificio en nombre de la paz, de la seguridad internacional y la democracia, para los británicos éstos significan una cuota en vidas que no deberían estar pagando pues el problema al que están acudiendo militarmente no es su problema... por lo menos así lo ve una gran mayoría de británicos y sobre todo, la corriente izquierda del Parlamento británico.
De ahí un grupo de 45 diputados laboristas pidiera al primer ministro que se votara en la Cámara de los Comunes el despliegue de tropas británicas al suroeste de Bagdad, solicitado por Estados Unidos, para tener apoyo directo en su ofensiva sobre el bastión insurgente de Fallujah. Los parlamentarios creen que de ir, se pondría en alto riesgo a las tropas británicas.
Pero al mismo tiempo, la situación se agravaba por el secuestro de la cooperante británica Margaret Assan, días después de que fuera asesinado otro británico secuestrado - Kenneth Bigley-. Naturalmente este ambiente enrarecido ha producido inquietud y un serio indicio de que los británicos ya están dando muestras de fastidio serio respecto de las decisiones de Blair de enviar tropas a Irak en apoyo de Estados Unidos. Aun así el ministro británico de Defensa, Geoff Hoon, confirmó en el Parlamento que un total de 850 soldados serían trasladados desde el sur de Irak a la periferia de Bagdad a petición de Washington. La noticia, naturalmente, cayó como balde de agua helada encima de quienes todavía creían en la posibilidad de una negativa británica a enviar a sus muchachos a una guerra de altísimo costo mundial para los británicos.
Bajo esta circunstancia, el gran debate británico comienza a tomar visos de indignación popular pues todavía hasta hace unos días se pensaba que Blair decidiría en razón de las propuestas parlamentarias y no en razón de la petición de Estados Unidos. Con todo, aún no ha transcurrido el tiempo suficiente para iniciar el recuento de los costos políticos para Blair, pero lo que sí es cierto en este momento es que para los ingleses esta guerra es un fastidio y un peligro y, en su mayoría, ya no la quieren.