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Brozo/Umbrales

Alejandro Irigoyen Ponce

Detrás de una peluca verde y una nariz de goma roja, hay toda una historia -entrañable para todos aquellos que reconocen en el humor ácido, la crítica asertiva, comprometida y bien documentada, una herramienta necesaria para transitar por esta, nuestra incipiente democracia- que ayer llegó a su fin.

Como medalla al pecho, el de la eterna pantalonera gris, debe llevar con orgullo por el resto de sus días, su contribución en esa tarea de zapa, de minar con sarcasmo el cimiento de la pretenciosa solemnidad con que se aislaba nuestra clase política; de rasgar con la fuerza de la ironía el traje de semidioses con los que intentaban ocultar sus limitaciones nuestros gobernantes.

Gracias al sentido común aderezado de inteligencia, Brozo fue capaz de decir justo lo que el pueblo quería escuchar. Se convirtió entonces, en vehículo indispensable para lograr una suerte de catarsis colectiva. Después del chiste misógino, de la referencia cruda hacia tal o cual corruptela, del telefonema donde el político sufría para no quedar en evidencia y del paseíllo de la becaria, nuestra realidad se volvía un poco más tolerable.

Después de diez años de creado el concepto (inicialmente para radio, pero que navegó con mayor éxito por las televisoras hasta encontrar su clímax en Televisa), El Mañanero, el informativo chacotero, el único noticiero del mundo encabezado por un payaso, dio por terminadas sus transmisiones. Murió, un mes después que lo hiciera su productora, Carolina, esposa de Víctor e impulsora de Brozo.

No debe extrañar que lo mismo Vicente Fox que Carlos Salinas de Gortari y decenas de legisladores, gobernadores, empresarios y periodistas del país lograran ayer una suerte de consenso respecto a la figura que ganó a base de ingenio, carácter, sensibilidad y entereza, el derecho a llamar las cosas por su nombre y frente a quién sea: Víctor Trujillo marcó un parteaguas en la historia de la televisión mexicana.

Es la periodista Carmen Aristegui, quien logra definir el sentimiento compartido: El Mañanero fue un espacio revolucionario por su manera de abordar la información y ejercer la crítica; Brozo es un personaje inteligente, irreverente y ácido. “El fin del informativo es una pérdida significativa, una pérdida grave”.

Se cierra un círculo, pero Víctor Trujillo deja en claro que Brozo no morirá con El Mañanero; “es más fácil que Brozo me entierre a mí, que yo a él, porque ya es un personaje que se mueve solo”. Anuncia que el payaso tenebroso participará en la cobertura de los Juegos Olímpicos y que a su regreso se habrán de analizar nuevos proyectos.

Por lo pronto, a los miles de huérfanos de esa raída chaqueta azul que representa la forma libre e incisiva de abordar las noticias, sólo nos queda esperar.

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