Es difícil detectar la bulimia porque sus conductas patológicas quedan encubiertas, salvo el ejercicio extenuante y el hábito de comer muy poco y de prisa.
A juicio del médico Gonzalo Morandé, la anorexia es fácil de descubrir cuando existe cierta alarma social y familiar en el entorno.
Asegura que hoy las madres están alerta y tardan menos de tres meses en llevar a sus hijas al médico cuando tienen sospechas, ya que se han entrenado en conocer los síntomas identificables a simple vista.
En el caso de las anoréxicas, se nota en la forma de alimentarse o cómo evitan hacerlo; además, se da un cambio de carácter hasta hacerse insoportable y desaparece la alegría propia de la o el joven. También aumentan la cantidad de ejercicios, con innumerables tandas de abdominales. La pérdida de la regla es muy frecuente, aunque a veces cuesta confirmarlo en adolescentes menores con menstruaciones irregulares.
En el caso de la bulimia es más difícil detectarla, porque sus conductas patológicas quedan encubiertas, salvo el ejercicio extenuante y el hábito de comer muy poco y de prisa. Las mentiras son muy frecuentes, así como la desaparición de comidas y dinero. Las bulímicas pueden pasar inadvertidas por mucho tiempo, ya que se mantienen en el mismo peso.
De acuerdo con la experiencia clínica del doctor Morandé, las o los jovencitos perfeccionistas y especialmente apreciados por sus éxitos tienen un riesgo mayor a sufrir de anorexia, ya que llevan ese perfeccionismo a su cuerpo. Este peligro aumenta en el desarrollo, ya que están cambiando y cada día es imperfecto e imprevisible.
"Nuestras pacientes han intentado siempre agradar a todo el mundo, especialmente las que desarrollarán una bulimia. Nunca han dado problemas a sus padres; han superado todas las expectativas y son motivo de orgullo. De ahí la sorpresa y el desconcierto cuando la hija enferma; muchos, especialmente los papás, no lo pueden creer".
Por insólito que parezca, estos trastornos psicológicos que repercuten físicamente pueden contagiarse con rapidez. "Lo que nace como un deseo de perder unos kilos, se convierte en una competencia entre amigas. Cada una siempre se verá más gorda que la otra e intentará seguir adelgazando. Además, entre ellas se apoyan y respaldan para seguir ayunando y perdiendo peso.
También puede producirse el efecto dominó. Si una niña está más delgada y logra la admiración del resto, se produce una especie de contagio, ya que las amigas van a querer parecerse a ella y acaban enfermándose".
Un libro sobre la materia, "Anorexia nervosa, let me be", de Arnold Crisp, plantea que se trata de niñas con miedo a crecer, que no sólo tienen terror a engordar, sino también a crecer física y psicológicamente. Hacerse cargo de un cuerpo de mujer significa pensar de forma distinta, asumir otras responsabilidades y que sus padres se hagan mayores
El doctor Morandé está de acuerdo. "En más de alguna ocasión hemos oído no quiero ser grande, quiero ser niña. Sabemos, por experiencia, que nuestros pacientes tienen mayor riesgo de recaer en etapas de transición de la vida: al terminar algún ciclo escolar, como el colegio o la universidad; o al cambiar de etapas, como salir de la casa paterna o contraer matrimonio".
Claro que las temidas recaídas son, a veces, parte de la recuperación. "Muchas anoréxicas sufren mucho cuando en su tratamiento presentan ansiedad de comer y episodios bulímicos.
Son momentos muy difíciles para el paciente y ponen a prueba su relación con los terapeutas. Las menos desarrollan una bulimia y en estos casos tenemos un nuevo y gigantesco problema que exige tratamiento específico.
Se dice que todas las bulímicas quieren ser anoréxicas y que todas las anoréxicas temen hacer una bulimia. Esta profecía a veces se cumple y hay que tener mucho cuidado de no anunciarla, ni siquiera como un peligro, ya que atribuirán el don profético.
Cuando se trata una anorexia hay que contar con la posibilidad de recaídas y una de las formas de descompensación es la bulimia. Será más frecuente en las formas purgativas -con vómitos- de la anorexia".
Actualmente hay niñas de 17 años con corazones del tamaño de una de 7. O bien hay algunas de 15 con Osteoporosis, no recuperable ni con un tratamiento con estrógenos prolongado.
Las cifras sobre estas enfermedades entregan tristes resultados. Hoy no sólo afectan a adolescentes, sino también a niños. Hay casos de prepuberales -niñas de siete años, que aún no tienen botón mamario ni vello en el pubis- y premenarquiales -antes de la primera regla-, que desarrollan una anorexia.
"Otro elemento que encontramos mucho en esta edad es que además de anorexia, sufren de depresión y de rasgos obsesivos.
La anorexia -acompañada de depresión- es más frecuente en los hombres de esa edad. A diferencia de la enfermedad en la adolescente, donde la relación es de 10 mujeres por cada hombre, en los cuadros prepuberales hay seis niñas por cada cuatro niños, y la edad de aparición prácticamente no ha variado en los últimos 20 años. Los casos en pequeñas y adultas son fruto del aumento de incidencia.
"En Gran Bretaña, por ejemplo, ya se han diagnosticado 30 mujeres de 60 años con anorexia, pero se trata de casos aislados", explica el doctor Morandé, y añade que la relación por sexos es la misma que hace 100 años, cuando se presentaron las primeras series de enfermos y antes de que existiera el culto al cuerpo.
"Donde se ha visto un incremento en varones en términos proporcionales ha sido en la bulimia y en la denominada vigorexia o mal de los gimnasios.
"La persona afectada por esta enfermedad siempre se ve enclenque, nunca está lo bastante musculada, lo que le lleva a realizar pesas de forma compulsiva, hasta que su cuerpo alcanza desproporciones grotescas. Hay estudios biológicos que nos enseñan que a los hombres les es más difícil hacer una anorexia.
Toleran peor el ayuno y es poco probable que se les 'achique el estómago' por la emoción".