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Bush ante el mundo.../Hora Cero

Roberto Orozco Melo

Igual que hace cuatro años, George W. Bush y los candidatos el partido Republicano se impusieron a los demócratas en las elecciones federales de Estados Unidos. Fue un triunfo total y sólo porque la diferencia de votos entre Bush y Kerry resultó de poca monta es que nos abstenemos de usar el adjetivo “abrumador” para calificarlo.

El sistema electoral estadounidense es muy peculiar, distinto al nuestro: por una parte influye el voto secreto y directo, pero toma en cuenta, por la otra, al sufragio indirecto atribuido al número de consejeros electorales de cada estado. En los comicios presidenciales anteriores se presentó el imposible absurdo, para nosotros, de que Al Gore triunfara en la elección directa, pero George W. Bush obtuviera la victoria por la vía de los votos electorales, aunque la última decisión fuera dictada por la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos.

La mayor parte de los líderes políticos y de opinión pública del mundo se sintieron desilusionados, pues a todos nos ha ido mejor cuando Estados Unidos tiene en el timón a un Gobierno demócrata, a pesar de que la diferencia ideológica y programática entre los republicanos y demócratas es apenas por una línea sutil de estilo entre el conservadurismo y el liberalismo, respectivamente.

¿Cómo repercutirá el triunfo de Bush ante los hispano-americanos? Obviamente no veremos beneficios inmediatos, aunque todo indique que las quebrantadas relaciones de nuestros dirigentes políticos con la Casa Blanca puedan ir mejorando gradualmente. La gran frontera que se extiende sobre Estados Unidos desde el Golfo de México hasta el Océano Pacífico mantiene un constante nerviosismo en los funcionarios del Gobierno republicano quienes hacen lo posible por vigilarla metro a metro. No temen solamente a los inmigrantes de México, Centro y Sudamérica, potenciales viajeros en busca de oportunidades económicas; ahora viven aterrorizados ante la inquietud de que por esas dos mil y pico de millas de frontera con México puedan penetrar algunos terroristas del Oriente Medio y van a optar por cerrarla milimétricamente, en perjuicio de los viajeros nacionales que, legítima o clandestinamente, deseen poner sus pies en el lado norte de la frontera.

¿Y el propuesto y publicitado tratado migratorio de que tanto nos habla el presidente Fox? Lo más seguro es que sea inmovilizado bajo los expedientes que están en el cajón de mero abajo del escritorio presidencial en la Casa Blanca...

A los yanquis no les asusta la posibilidad de perder la mano de obra latinoamericana, como presume alguna película sobre este tema. Lo que aterra al estadounidense común es que pueda tornarse real la descabellada hipótesis del historiador Huntington sobre el incremento de las migraciones latinas. Entre otras causas, eso llevó al electorado a votar por Bush: su capacidad de dar respuestas radicales a cualquier amenaza exterior.

Recibiremos el coqueteo del Gobierno estadounidense cuantas veces contemplen a nuestras materias primas como solución para sus deficiencias. En Estados Unidos, pese a las repetidas lecciones de la historia, hay quienes siguen considerando como cierta y valedera la deplorable doctrina Monroe: “América para los americanos” que en 1848 costó a México más de la mitad del territorio nacional y no descartan la posibilidad de reanimarla cuando las circunstancias estadounidenses lo ameriten.

El presidente Bush está, sin embargo, ante una inmejorable oportunidad de retocar su maltratada imagen histórica. No es precisamente simpático para América, Europa, Oriente Medio y Asia y aunque eso no le importe mucho, su país requiere concitar buenas voluntades en todo el mundo a la par que buenos negocios. Y Bush podría hacer mucho para restañar las viejas heridas.

Por desgracia el proyecto de un mundo como aldea global tiene bases de injusticia social y económica, de abuso del poder y de explotación humana. Los seres humanos podríamos vivir bien bajo las leyes del mercado; pero también demandamos un desarrollo justo bajo normas jurídicas y filosóficas, en una pacífica convivencia social, con intercambio económico y convivencia cultural en términos de absoluta libertad y justicia para todos.

Es totalmente ilusorio que esta hipótesis pueda tornarse en una realidad, pero el mundo sería mucho mejor de lo que nos imaginamos si tuviese la posibilidad de ampliar el horizonte de su esperanza y caminar hacia ella sin violencia, sin guerras, anarquía, corrupciones e inmoralidad.

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