AGENCIAS
ROMA, ITALIA.- La policía italiana lanzó anoche un suspiro de alivio. O estaba a punto de lanzarlo, a la espera de que George W. Bush abandonara hoy sábado el país. Lo peor, en cualquier caso, parecía haber pasado sin grandes sobresaltos: hubo escaramuzas, volaron varias bombas molotov y en algunas calles de Roma se dispararon gases lacrimógenos, pero las protestas contra el Presidente de Estados Unidos no causaron heridos ni destrozos de importancia. La principal manifestación, amparada por la izquierda parlamentaria, reunió a decenas de miles de personas que marcharon pacíficamente por el centro de Roma.
La capital italiana fue durante todo el día una ciudad blindada, con un dispositivo de seguridad sin precedentes, lo que disuadió a muchos ciudadanos a hacer vida normal, hasta el punto de que el siempre concurrido centro histórico estuvo durante muchas horas casi desierto.
Como estaba previsto, el Presidente norteamericano limitó sus apariciones en público, junto al secretario de Estado, Colin Powell, a sendas visitas al Palacio del Quirinal, sede de la Presidencia de la República y al Vaticano, donde fue recibido por el Papa.
En la Santa Sede se vivió el momento más relevante de la visita, con Bush entregando la Medalla de la Libertad del Congreso de EU el anciano Pontífice, uno de los opositores más recalcitrantes a la guerra de Irak, por su defensa de la paz y Juan Pablo II pidiéndole soluciones inmediatas para Oriente Medio.
“Es evidente el deseo de que la situación actual se normalice lo más pronto posible con la activa participación de la comunidad internacional y en particular de la ONU, para que Irak recobre rápidamente su soberanía en condiciones de seguridad”, dijo el Papa.
Juan Pablo II también afirmó que el terrorismo ha sacudido las relaciones entre los Estados y ha creado dificultades en las conciencias civiles y religiosas y pidió a EU y a Europa que colaboren juntos para poder afrontar los graves problemas que afectan al mundo y garantizar la paz.
Bush, que en noviembre se enfrentara en la pugna electoral por la Casa Blanca con un católico como el demócrata John Kerry, alabó al Pontífice, le calificó de “devoto siervo de Dios, luchador de la causa de los pobres, de los débiles y de los que tienen hambre” y dijo que en EU “estamos orgullosos de este hijo de Polonia”.
Desde el Vaticano, donde fue recibido con silbidos por un grupo de turistas y curiosos, Bush se desplazó hasta la periferia sur de Roma para rendir homenaje en una breve ceremonia, junto al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, a las 335 víctimas del nazismo asesinadas hace 60 años en las Fosas Ardeatinas.
Con este acto se conmemoró el aniversario de la liberación de Roma por las tropas aliadas, dos días antes del famoso desembarco de Normandía, que cambió el rumbo de la II Guerra Mundial.
A partir de ese momento, Bush se retiró a la residencia del embajador de EU en Italia, Villa Taverna, donde se aloja durante su estancia en Roma y dejó paso a la manifestación convocada en contra de su presencia en Italia y de la guerra de Irak.
Miles de personas (unas 200 mil según estimaciones) desfilaron por las calles de Roma, en medio de un fuerte despliegue de fuerzas de seguridad, que controlaron en todo momento los pequeños incidentes protagonizados de forma puntual por grupos aislados en determinados puntos del recorrido.
Las escaramuzas de los radicales y el lanzamiento de objetos provocaron algunas cargas por parte de los agentes antidisturbios, a las que restó importancia el prefecto de Roma, Achille Serra, que alabó la drástica intervención del servicio de orden interno.
La mañana de hoy sábado, Bush y Berlusconi mantendrán una reunión bilateral, antes de que el Presidente norteamericano viaje a París para luego desplazarse a Normandía, donde se reunirá con los líderes de Gran Bretaña, Francia, Rusia y Alemania.