Justo cuando el presidente George W. Bush visitaba la base militar de Campo Pendleton del Sur de California, en Irak moría en combate el soldado norteamericano número mil.
El militar de la Fuerza Espacial de unos veinte años de edad no tuvo tiempo de conocer la promesa de George W. Bush de exterminar el terrorismo y de que Irak será libre y democrático a partir de las elecciones del próximo 30 de enero.
Tampoco se imaginó que su muerte en plena juventud, ocurrida este siete de diciembre cerca del mediodía en Irak, pasará a formar parte de las frías y a la vez estremecedoras estadísticas de un conflicto bélico que se alarga indefinidamente.
Desde el 20 de marzo de 2003 cuando comenzó la guerra en Irak han muerto 1,275 soldados norteamericanos, mil de ellos en combate y el resto en accidentes, enfermedades y otras causas. Otros 9,765 han resultado heridos en los 21 meses de presencia militar en suelo iraquí.
En cuanto a los iraquíes no existen cifras oficiales pero las estimaciones oscilan entre los 14 mil y los 100 mil muertos, entre ellos cinco mil soldados y el resto de civiles.
Esto significa que una ciudad entera de más de 50 mil habitantes habría desaparecido, independientemente de los daños materiales impresionantes que han causado en Irak los bombardeos aéreos y los ataques de artillería.
El costo económico es para desmayar a cualquier mortal. La guerra tiene un costo aproximado para Estados Unidos de 9,000 millones de dólares mensuales lo que significa unos diez meses de exportaciones de petróleo mexicano.
En el traslado inicial de tropas a Irak se gastaron alrededor de 12 mil millones de dólares y se calcula que en el retiro de las mismas se erogarán de cinco a siete mil millones de dólares.
La organización Proyecto de Prioridades Nacionales calcula que el costo total de la guerra hasta el día de ayer era mayor a los 148 mil millones de dólares, casi un cincuenta por ciento superior al presupuesto de egresos de California para 2005 calculado en 105 mil millones de dólares.
Lo preocupante del caso es que a un mes del triunfo electoral de Bush y cuando ya se realizaron los cambios principales en el gabinete, todavía no tenemos ni la menor idea de la duración de tal conflicto bélico.
Una de las críticas más duras en contra de John Kerry durante la campaña política fue la falta de una estrategia de salida consistente en la guerra de Irak. En cambio a Bush se le ensalzó muchas veces por su aparente visión realista de una pronta salida del conflicto en el Oriente Medio.
Hoy vemos que sus promesas fueron un engaño y que George W. Bush está dispuesto a prolongar las hostilidades cuanto tiempo le sea posible y redituable.
La semana pasada se anunció el envío de 15 mil soldados más a la guerra y en su visita a la base militar sandieguina, Bush dejó en claro que vendrán más hechos de violencia y que no será necesario cancelar las elecciones programadas para el 30 de enero.
Nada dijo del fin de la guerra y menos del control de la organización terrorista Al Qaeda que se maneja muy lejos de Irak.
¿Será Osama bin Laden tan inteligente como para desviar la atención del Gobierno de Bush hacia Irak mientras sus huestes preparan nuevos ataques en contra de Estados Unidos?
Mientras no caiga este sujeto y sus principales cabecillas el terrorismo seguirá como una amenaza grave y latente a pesar de lo que ocurra en Irak.
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