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Cae en desesperación y roba para dar de comer a su hijo

Luis Alberto Morales Cortés

Gómez Palacio, Dgo.- Ana tocó fondo. La mala suerte invadió su camino y un momento de desesperación la llevó a robar. Carne y leche para su hijo de un año fue el botín en el centro comercial.

Ana está en la cárcel. La Policía Preventiva la consignó 24 horas después de su captura, la incompetencia y falta de sensibilidad del agente del Ministerio Público prologará su encierro.

En las celdas de la Policía Ministerial, la joven madre de 20 años está llena de tristeza, se siente derrotada, le preocupa su hijo y confía en la buena voluntad de su vecina, a quien le dejó encargado al bebé desde el domingo.

Arrepentida y con la cabeza baja, Ana asegura que es la primera vez que comete un robo y dice que ya no podía más, que le faltaba el dinero. Desde el viernes trabajó como doméstica en una casa y no le pagaron. La comida del niño no puede esperar.

Desconcertada por su futuro inmediato, la joven originaria de Monterrey está completamente sola. Hace dos años salió de la casa de su madre, enamorada de un joven originario de Ciudad Lerdo y que estaba trabajando en la capital de Nuevo León.

Ana estudió hasta secundaria, cuando conoció al padre de su hijo Carlos en marzo de 2002, ella trabajaba en una tienda departamental. El cliente era galante y pronto inició el noviazgo, después se juntaron y a los tres meses ya estaba embarazada.

Instalados en Ciudad Lerdo, las dificultades típicas de un joven matrimonio se hicieron presentes: la falta de dinero era constante, las carencias y los reclamos frecuentes.

En marzo de 2003 nació el pequeño Carlos. La felicidad que da la llegada de un hijo se ensombrecía por el gasto extra que implicaba. Los pleitos fueron en aumento, luego llegaron los golpes esporádicos, después casi a diario.

Durante ocho meses, Ana aguantó todas las agresiones, físicas y emocionales. Pero en julio de 2003, la joven madre decidió poner fin al martirio y abandonó al padre de Carlitos. Las dificultades aumentaron, pero al menos ya no había palizas.

Ana encontró asilo en un cuarto de renta en la zona centro. Una vecina, mujer madura, tendió la mano para apoyarla. En su encierro, Ana confía en la mujer y trata de no preocuparse mucho, piensa que su hijo esta bien, pero se desespera... quiere verlo.

Como en la mayoría de los robos a comercio, la empresa afectada reclama la reparación del daño. El monto de lo robado apenas alcanza los 200 pesos. Por lo general, en bajas cuantías los abogados no se molestan, no se ratifica la denuncia y el implicado recupera su libertad.

La suerte se burla de Ana. Una omisión administrativa la tuvo 24 horas encerrada en una celda preventiva. La burocracia la tendrá otro día más. La joven sólo tiene un pensamiento: salir libre y regresar con su madre... hay que digerir el orgullo y volver a empezar.

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