Urgido por impulsar la economía de California, el gobernador, Arnold Schwarzenegger, se fue de gira a Japón para promover inversiones, comercio y turismo.
A un año de su Gobierno, el inmigrante austriaco no ha logrado concretar su promesa de convertir a la entidad más rica de Estados Unidos en el mejor oasis de los inversionistas.
De ser el Estado más atractivo para invertir en el año 2000, California está clasificada hoy en día en el lugar 16 de la Unión Americana, muy por debajo del prestigio y glamour de antaño.
El Estado dorado enfrenta hoy en día un déficit fiscal gigantesco que dejó el Gobierno de Gray Davis, fuertes cargas impositivas y altos costos salariales que complican tremendamente la operación empresarial.
Infinidad de negocios que operan en California optan por registrarse en Nevada, Arizona u Oregon para evitar los elevados impuestos. Simplemente el seguro para accidentes de trabajo, en inglés Workers Compensation Insurance, representa un pago extra del dos al 16 por ciento del valor de la nómina de una empresa.
Schwarzenegger evitó un estallido financiero, redujo impuestos y mejoró la imagen de California, pero está lejos de llegar a los cambios prometidos tanto en materia de salud y educación como en cuestiones políticas, en especial su relación con los migrantes.
Cuando el pasado dos de noviembre cumplió un año en el poder, calificó con un ocho su desempeño como gobernante y mencionó que su falla principal ha sido no alcanzar acuerdos con la legislatura estatal. Le faltó mencionar que tampoco se ha entendido con la comunidad latina.
Pese a las omisiones, el mandatario mantiene un rating de aprobación del 65 por ciento, gracias en buena medida a que su fama como actor lo acompaña por todos lados.
Miles de admiradores lo recibieron la semana pasada en el aeropuerto de Tokio, quienes lo recuerdan más como el Terminator que como el gobernador de California.
El mandatario visitó al primer ministro, Junichiro Koizumi, junto con su comitiva de 57 agricultores y empresarios. “Usted es más popular que el presidente Bush”, le confió Koizumi al visitante que es llamado aquí amistosamente como “gobernador Shuwa”.
Arnold Schwarzenegger vive todavía su luna de miel como gobernante al grado que ya surgió la primera campaña para promover una enmienda constitucional que le permita llegar a la Casa Blanca.
El republicano es ciudadano norteamericano por adopción pero no puede ser presidente de Estados Unidos porque nació en Austria y es hijo de padres extranjeros. La campaña “Reforma por Arnold” salió a la luz pública en comerciales por la televisión de California y pretende abrir las puertas a la Casa Blanca a todo aquel inmigrante que haya decidido vivir y adoptar la ciudadanía norteamericana.
Por esto lo comparan con Ronald Reagan, quien fue actor, gobernador de California y presidente de Estados Unidos durante ocho años.
Pero existe una gran diferencia entre ambos. Reagan tenía una actitud abierta hacia los indocumentados al grado de promover la Ley Simpson-Rodino que legalizó a tres millones de migrantes.
En cambio Arnold se opone a cualquier Ley que beneficie a los indocumentados como ocurre con las licencias para conducir. Si dos millones de migrantes fueran autorizados a manejar legalmente en California, la economía se dispararía de un día para otro.
Schwarzenegger parece no entender que California es un Estado de inmigrantes y que no podrá gobernar eternamente en contra de ellos.
Sus políticas conservadoras en materia fiscal y económica le han dado popularidad, pero difícilmente avanzará a otros niveles si menosprecia a los inmigrantes, en especial a los latinos que representan el 33 por ciento de la población californiana.
Para vender con éxito a la entidad dorada tarde o temprano tendrá que destacar la diaria y valiosa contribución económica y social de la comunidad latina.
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