Se definieron ya las candidaturas de dos alianzas en pos de la gubernatura de Oaxaca, que dejará José Murat el 30 de noviembre. La encabezada por el PRI (a que se agregan el Verde y el PT) postula al senador Ulises Ernesto Ruiz Ortiz, mientras que la formada por Acción Nacional, el PRD y Convergencia presentará al alcalde de la capital oaxaqueña, Gabino Cué Monteagudo. Ruiz Ortiz iba sobre seguro. Contó desde siempre con el apoyo del gobernador saliente y del presidente nacional priista, con quien lo une un firme nexo político: en 1999, cuando era diputado federal, representó al gobernador de Tabasco en la Comisión para el desarrollo del proceso interno, esa suerte de estéril órgano electoral encabezada por Fernando Gutiérrez Barrios para dirimir conflictos en la contienda por la candidatura presidencial.
Aunque no ganó su representado, Ruiz Ortiz obtuvo los lauros suficientes para pisar el Senado en 2000. No ocupó el primer lugar en la fórmula (que correspondió a Miguel Sadot Sánchez Carreño, ex procurador estatal que ahora declinó en favor de su compañero de representación senatorial) pero no estuvo en riesgo de perder la curul, pues cada una de las dos alianzas que entonces enfrentaron al PRI quedó lejos de la suma obtenida por los candidatos priistas.
Ese resultado correspondía a la normalidad oaxaqueña. Entidad completamente controlada por el PRI, apenas aquí y allá, en elecciones municipales ganaba por azar algún candidato opositor. O, para mejor decirlo, un aspirante arropado por un partido diferente del tricolor, pero que dependía de él, como el PARM y el PPS. Sólo en los ochenta se configuró, en el Istmo y más particularmente en Juchitán, una fuerza local, la Cocei, que significó una opción real. Y todavía más recientemente, apenas en 1995, en la propia capital del estado una candidatura independiente apoyada por el PAN rompió el avasallador dominio priista en la disputa por el ayuntamiento. Imbatible desde fuera, el PRI se resquebrajó por dentro.
Aunque al concluir su sexenio fue atraído por el secretario de Gobernación Francisco Labastida para ocupar una subsecretaría, lo que mostraba su valimiento en el ámbito federal, el gobernador Diódoro Carrasco había sufrido la afrenta (así se consideraba en los ritos priistas) de que lo reemplazara un antagonista suyo, José Murat. Con denuedo mayor que el empleado en combatir a sus adversarios de otros partidos (a los que prefiere cooptar), Murat se empeñó en borrar la huella política de Carrasco.
Sus diferencias se acrecentaron cuando el ex gobernador ascendió a secretario de Gobernación, en reemplazo de Labastida, que a su vez había ganado la candidatura priista a Madrazo, con quien Murat se comprometió (y a quien en compensación con la derrota de entonces haría ganar, en 2002, la presidencia del partido). El gobernador, un hombre de estilo bronco, partidario de la acción directa, no se distanció únicamente de Carrasco, sino de otros grupos políticos oaxaqueños. Por ese motivo, de pronto se fue del PRI Jesús Martínez Álvarez, que en 1985 había sustituido al gobernador Pedro Vázquez Colmenares del que había sido secretario de Gobierno. Diputado federal ahora, cabeza del breve grupo parlamentario de Convergencia en San Lázaro, Martínez Álvarez colocó en Oaxaca una cabeza de playa del partido de Dante Delgado y lo convirtió en refugio de los desafectos a Murat. Entre ellos sobresalió Gabino Cué. Nacido apenas en 1966, Cué se formó en el estilo de la tecnocracia priista rampante desde hace un cuarto de siglo, con estudios en el Tec. de Monterrey y la Complutense madrileña.
Pero comenzó su trabajo público con Martínez Álvarez (no precisamente ejemplo de modernidad política) cuando éste trabajó en el Gobierno capitalino con Manuel Camacho, hace doce años. Pero pronto se acercó a Carrasco, más coincidente con su propio talante. Lo acompañó en varias posiciones en el Gobierno local, de creciente proximidad política y en los meses postreros del Gobierno de Zedillo, como subsecretario cuando Carrasco fue el último secretario priista de Gobernación.
De regreso a Oaxaca, Murat obstruyó cualquier posibilidad política que Cué imaginara, por lo que se marchó del PRI, en una decisión que el gobernador imputa a Carrasco, quien sigue siendo priista (y desempeña un papel relevante en la CNC presidida por Heladio Ramírez López, su antecesor en el Gobierno oaxaqueño). Postulado por Convergencia, ganó la alcaldía oaxaqueña en 2001 y fue ahora el precandidato de ese partido en el marco de una alianza con el PAN y el PRD. Con base en encuestas, los tres partidos lo hicieron su candidato el jueves pasado. Una fracción perredista importante, la encabezada por Héctor Sánchez, ex senador y ex diputado, se inconformó con el procedimiento y por lo menos hará el hueco a la postulación a que se sumó su partido. El candidato priista ha recorrido el trayecto típico de la antigua usanza en su partido: funcionario de su partido en Oaxaca y en el comité nacional, diputado local, federal y senador.
Más que el apoyo de Madrazo en su favor, fue determinante el que ostensiblemente le otorgó Murat, que en los últimos años reforzó su aparato electoral para dominar por completo la legislatura local (donde la oposición sólo alcanzó representación proporcional) y las diputaciones federales: por su influjo el PRI ganó en julio pasado los once distritos. Y de buen o de mal modo consiguió que media docena de precandidatos declinaran en favor de su delfín.