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Cansancio

Emilio Herrera

“Cansancio que era canción y encanto de la fatiga”.

Enrique González

Martínez

Esto lo decía el poeta allá por los cuarenta en una de sus últimas poesías. Él lo aplica a otras cosas del espíritu, pero a mí me parece que como epígrafe de mi primer pequeñez de este 2004 queda como anillo al dedo. Porque, efectivamente, según yo recuerdo, quienes entonces enseñaron a universitarios o no, lo que unos harían el resto de sus vidas, otros por muchos años, más que la actividad misma, fue la actitud frente a ella. Y lo principal fue eso: “el encanto de la fatiga”, es decir, la honradez de la entrega. Hoy con mucha frecuencia escucho en muchos negocios una frase que se dice a diario a los compañeros o a los superiores:

“Eso no me toca”. Las frases diarias que se escuchaban entonces en oficinas y talleres y aun mostradores eran éstas: “¿En qué más te ayudo?” o “¿Qué más puedo hacer?” y era lógico que de esta manera las cosas fueran bien y que el impulso que nuestra ciudad recibiera de don Nazario allá por los años 27/28 se anudara con los de don Braulio en la década de los cuarenta.

Gobernantes y gobernados se impulsaban mutuamente y así nuestra ciudad iba maravillando a nuestro país. Pero, la cosa era nacional. Nuestras ciudades crecían dejando de ser pueblos de más o menos para convertirse en ciudades y ser mexicano era un motivo de orgullo para todos.

Lamentablemente mucho de esto se ha perdido en los últimos años.

Treinta y tres años tenemos en que aquella inclinación al trabajo, aquel deseo honesto de los gobernantes por hacer crecer al país y la aceptable honradez de nuestros políticos se ha ido derrumbando con prisas y sin descanso. Las hojas de los diarios capitalinos, por ejemplo, no hay día que dejen de dar cuenta de sus sinvergüenzadas de una gran variedad. Los extranjeros como que dudan de la justicia de México y tienen miedo de venir a invertir y crear empleos, porque tantas opiniones han oído de los mismos empleadores acerca de la flojera de nuestros trabajadores que no saben qué pensar. Pero, desde luego no son ya de aquellos que buscaban “el encanto de la fatiga”.

Pero, lo más desesperanzador es que a los mexicanos lo que más daño nos hace es que en los últimos años hemos ido perdiendo cada día más, la credulidad en los políticos. Las interminables luchas entre ellos mismos, no para protección de la patria, sino para su propio beneficio es algo verdaderamente vergonzoso.

Hemos llegado a un punto en que nuestros representantes y gobernantes tienen que reconocer que el pueblo no puede ir más allá con ellos si antes no reconocen que también la impericia es culpa y en México se ha llegado al punto de que no sólo no se castiga al culpable sino que se le perdona, pero a granel, como no se había visto antes.

No es fácil, pero ha llegado el momento de hacer renacer el patriotismo del pueblo, su nacionalismo, el cariño a lo que es. Las escuelas deben enseñar a los niños el himno nacional como canto obligatorio diario. En actos políticos da pena observar cómo muchos de los asistentes no lo saben, porque no se los enseñaron o porque en el camino político lo olvidaron. ¿Se puede ser así un buen mexicano?

Es tiempo de que nuestros políticos, digo, entonen un “mea culpa” y cambien sus malos ejemplos por buenos. Tienen que aceptar también que la codicia no es buena, se entiende que no pueden dejarla de buenas a primeras pero deben reducirla y no ostentarla, cuando menos. En fin, los políticos tienen que comenzar a darse cuenta que si quieren que México progrese tienen que lograrlo a base de mejorarse moralmente primero ellos.

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